Bajo el cielo celeste, permanecen nubarrones

En estos días de Mundial, con el avance de la Celeste, parecía estar en otro país. No en aquel que hasta el 14 de junio mostraba un fuerte índice de enfrentamientos aún por las mínimas cosas y a todo nivel, sin olvidar la alta cuota de violencia que ensombrecía nuestra convivencia. De golpe todo ha cambiado, al menos en una cierta superficie, o quizás no, más hondamente, pero lo cierto es que nos atrevemos a hablar en pasado aun sabiendo que poco o nada de lo que ahora casi no se percibe ha cambiado en realidad. Y que al día siguiente de la eliminación volverán a ocupar la mayoría de los titulares de los medios y las conversaciones diarias. ¿O no? ¿Quedará algo de todos estas últimas tres semanas? Ojalá.

Ojo y por las dudas: valoramos mucho la casi unanimidad en que hemos viviendo estos días de alegrías sufridas, banderitas ubicuas, plateas fraternales y alaridos futboleros (¿es este el hincha uruguayo o estamos todos disfrazados?). Nos hace bien y nos muestra que el estar enfrentados por tantas cosas no es algo fatal, no es reflejo mecánico de las desigualdades que resisten en nuestra sociedad, que a algunos niveles se pueden superar o atenuar con cambios de actitudes, de valoraciones, de comportamientos. Pero la valoración positiva no nos lleva a olvidar todo lo que tenemos necesidad de avanzar y cambiar.

Estas consideraciones iniciales, casi obligadas, sirven para introducir la temática principal de esta Carta Obsur 56. La determinamos a partir de las reacciones inmediatas que provocó la última Carta pastoral de la Conferencia episcopal uruguaya (CEU) sobre la fragmentación en nuestra sociedad y el llamado a crear puentes de solidaridad. Nos habíamos reunido como equipo de redacción por esos días y medio inocentemente pensamos que esas primeras voces auguraban tal vez una permanencia más o menos extendida en la opinión. Sabemos que no fue así, no podemos pedir estas peras al olmo de nuestros medios de comunicación masiva  y su estilo de atención a los temas más sustantivos (con muy pocas excepciones). Aunque tal vez lo previmos un poco ya que nos dijimos que lo más importante era centrarnos en la temática de la fragmentación o segmentación. Por algunos contratiempos que tuvimos en nuestra edición, no lo hemos logrado del todo. De hecho, las dos notas de centrales son comentarios de la Carta episcopal, aunque pueden ayudarnos a ubicar mejor toda esta cuestión, que a juicio de sus autores no está analizada con precisión en el documento. Otras notas abordan la temática desde otros ángulos, complementarios.

Tal vez por eso, y con la conciencia de que es algo inagotable, partiendo de los recuerdos fuimos a buscar los distintos momentos en que nos preocupamos por esta problemática, o mejor, realidad cuestionadora del Uruguay de hoy. Y casi nos sorprendimos de lo pioneros que hemos sido, dicho sea esto medio en broma. Y sobre todo en el seno de nuestra Iglesia. Rescatando los artículos y aun números que dedicamos de manera más explícita a este tema, los invitamos a retroceder sobre todo hasta el año 2012: en las Cartas 14, 15, 16 y 17 (julio a octubre, entonces salíamos cada mes). Allí comprobarán que como varias veces hemos dicho este es un aspecto del país al que adjudicamos una importancia especial y sobre el que vamos a seguir volviendo. En ese 2012 comenzamos por una entrada medio lateral, la de las experiencias comunitarias, pero enseguida advertimos que muchas de ellas tenían la explícita intención de “tejer convivencia”. Fuimos ayudados además por un llamado del entonces presidente Mujica a pensar cada uno durante un mes qué y por qué nos estaba pasando esto en la convivencia. Los números 15 y 16 (de agosto y setiembre) son los más centrados en la cuestión, no solo desde el ángulo de análisis y mejor comprensión, sino también del de las experiencias en la base retejiendo la trama social. Y culminamos con el 17 dedicando la atención a Cacho Alonso, gran testimonio de “tejedor”. Usamos sobre todo este lenguaje, pero también el de los puentes, aunque menos. Invitamos, si lo desean a revisitar esos números. Y también el 46, de junio del 2016. Como saben, en nuestra página le hacen click a la imagen de cada edición y allí aparece el PDF con el índice y desarrollándolo llegan a lo que quieran repasar o leer por primera vez.

Reproducimos unas frases del primer editorial (“Tejedoras, tejedores”) de aquella serie: “Debajo de lo comunitario y de muchos otros esfuerzos de parecida índole que buscan restablecer lazos, convivencia humana digna, está lo que tal vez es el mayor problema de esta hora uruguaya, y por tanto el principal desafío: la fragmentación de nuestra sociedad, la crisis del vivir juntos, la violencia que ello significa. Mucha gente lo expresa como una cuestión de seguridad, y sin percibir tal vez la hondura del problema, busca soluciones de corto plazo, como manotazos de ahogado. […] Pero lo que todos, por acción u omisión hemos contribuido a crear, no será revertido y transformado sin una paciente y normalmente larga tarea de reconstrucción”.

Ojalá encuentren buena lectura. De repente han notado el atraso con que salimos. En parte es fruto de la precariedad con que trabajamos, sacando tiempo de donde no hay. Por eso,

VOLVEMOS A PEDIR SU AYUDA. PROPONIENDO TEMAS, POSIBLES AUTORES,

COMENTANDO LAS NOTAS, CRITICANDO, DESARROLLÁNDOLAS, ¡ESCRIBIENDO

OTRAS! NO SOLO QUEREMOS MANTENER ESTE ESPACIO PARA UNA LIBRE Y

RESPONSABLE REFLEXIÓN SOBRE TODO LAICAL, SINO MEJORARLO Y HACERLO

EN VERDAD UN INSTRUMENTO MILITANTE DE APORTE CULTURAL DESDE LA FE.

Dos palabras todavía para subsanar los que se podrían considerar olvidos o poca atención de nuestra parte. Ante todo, un recuerdo agradecido y admirado de SILVANO BERLANDA. Para ser gráficos, y usando una expresión consagrada, sin su iniciativa y pasión no estaríamos aquí. Ya daremos cuenta con mayor cuidado de su legado que queremos atesorar.

Despedimos cariñosamente a Monseñor Milton Troccoli, quien va a Maldonado-Punta del Este y le deseamos un muy fecundo servicio allí. Y le aseguramos nuestra oración así como la disponibilidad de nuestra Carta para reflexiones que quisiera compartir. Su pase al Interior nos recuerda que nuestra vocación es nacional, aunque nos cueste reflejar al país y a la Iglesia más allá de Montevideo. Confiamos en la ayuda de nuestros lectores para ello.

Y una muy calurosa bienvenida a Mons. Luis Eduardo González, cuyo pase desde Maldonado compramos con ilusión. Los deseos expresados para Mons. Troccoli van también para él. Y nuestra oración.



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