Hijos de europeos. Vecinos, ¿De quién?

Hace unos días escuché una frase que me gustó mucho: “a Uruguay le gusta pensarse en algún punto entre Europa y América Latina”; y me dí cuenta después , que lo que me generó mucho sentido y me tratocó al escuchar esto, fue darme cuenta que este estar conceptual, no se condice con el estar “en” geofráfico, es decir, situado.

En los últimos meses me he cruzado con inmigrantes latinos en las cajas de supermercados, las tiendas de ropa (las puertas custodiadas de las tiendas de ropa), los taxis (más bien easytaxis y ubers). También he caminado por las calles y comercios de ciudad vieja y pienso que estoy en territorio centroamericano, porque la presencia y la apropiación de estas poblaciones en estos barrios es muy fuerte y le va imprimiendo su sello al paisaje urbano.

Así , es que se me comienzan a hacer accesibles y cercanos ciertas caras , cuerpos y modos que siento lejanos por lo desconocido, aunque geográficamente me estén mucho más cerca que otros que me serían más inmediatamente reconocibles, identificables y decodificables por mi percepción.

En esto de traer a colación ciertas frases, existe otra, ampliamente conocida que dice que: “si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma”. Si pensamos entonces que Mahoma es Uruguay,  y por otro lado la montaña es el resto de Latinoamérica, se podría  pensar que estamos en el momento en el que la montaña viene acercándose a Mahoma, y en este sentido, una identidad político/cultural/social latinoamericanista sería inminente.

Y es que habiendo desde siempre la mayor parte de los Uruguayos, dirigido nuestra mirada hacia el otro lado del océano y depositando allí nuestras aspiraciones, identificaciones e idealizaciones), y permaneciendo más bien indiferentes o de espaldas al resto de Latinoamérica,  la circunstancia de que ahora el continente se esté acercando a nuestro país, resulta propicia para cuestionarnos  cómo nos pensamos como latinoamericanos.

Sería deseable que este contexto, poblacional y político, suscite ciertos movimientos en nuestros imaginarios y sirva para deconstruir o poner en jaque cierta creencia casi inconsciente de superioridad cultural y racial (secuelas claras del colonialismo); pero puede también que no impidamos que las segregaciones sociales, económicas y raciales, hagan más de lo suyo (impedir el encuentro real), imposibilitando que ampliemos la mirada y la forma en que percibimos a aquellos otros que todavía nos cuesta reconocer en su semejanza, como semejantes, perdiéndonos así una posibilidad de crecer en espíritu de ecuanimidad,tan necesaria sin embargo para estos/nuestros tiempos.

Desde el 2015 hasta el 2017 el número de inmigrantes latinoamericanos en Uruguay se duplicó (y más), pasando del 21.1% al 45% : en un  período de dos años este grupo pasa a ocupar entonces casi la mitad  del total de los inmigrantes uruguayos. Respecto a los países de origen de estos pobladores emigrantes se destacan Cuba, República Dominicana, Perú y Venezuela.



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