¡Nos estamos moviendo!
Mayo fue un mes intenso… Tiempo de recordar para proyectarnos

Nos movimos, sí, aún con mal tiempo. Nos juntamos, nos emocionamos, nos abrazamos, y nos reconocimos como hermanos en el lejano mirar, como dice Atahualpa Yupanqui. Nos convocaban hombres y mujeres de ayer y de hoy. Aquellos que dieron la vida generosamente para que otros tuvieran más vida, y vida en abundancia, desde el pasado, y quienes hoy no renuncian al compromiso cotidiano, y haciendo memoria nos animan a seguir, escuchando esa Voz que nos llama a cruzar fronteras.

Veníamos ya sensibles y movilizados con las jornadas realizadas a fines de abril por  La Red de Amigos de Luis Pérez Aguirre junto con la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo. Esos días la respuesta a la convocatoria fue muy buena, así como el nivel de las presentaciones. Siempre estos encuentros nos revelan aspectos nuevos del recordado -Perico en ese caso-, pero también de otros -los que convivieron con él y nos abren generosamente su memoria-, y de nosotros mismos -en tanto esos testimonios atizan la zarza que sigue ardiendo sin consumirse-.

En mayo nos convocó el Padre Cacho en dos oportunidades, el 15, fecha de su cumpleaños, fue la ocasión elegida por Mercedes Clara para presentar la nueva edición del libro que nos revela a ese buscador de Dios, cruzador de fronteras, a ese hombre y sacerdote sensible al punto de sentir que el dolor del otro le quema dentro. El 18, volvimos a reunirnos en torno a Cacho, pero también a una mujer, Casilda Aparicio, miembro de la Institución Teresiana, que fue su estrecha colaboradora en esos tiempos tan difíciles como fermentales, compartiendo los mismos lugares, sueños, luchas y proyectos de humanización.

 

15 de mayo, en la Biblioteca Nacional

La presentación del nuevo libro, ahora editado por la Editorial Planeta -una edición revisada, aumentada, pero además de gran calidad y con un cuerpo de letra amigable-, fue a sala llena, con muchos asistentes de pie, de distintas comunidades y ámbitos eclesiales, pero también con importante presencia de vecinos con los que convivió Cacho. Ellos tuvieron la palabra en el video presentado, pero también en vivo en la voz de José Machado relatando anécdotas, y en la de Angélica Ferreira leyendo sus propios poemas en homenaje a Cacho.

La autora, Mercedes Clara, agradeció, expresó sus sentimientos, después le dejó la palabra al propio Cacho y a los vecinos a través de un video, presentó a los integrantes de la mesa, y prefirió callar esa noche. Su palabra, su mirada, su encuentro con Cacho, estaban ya, hermosa y auténticamente dichos en el libro.

Pablo Bonavía empezó diciendo que se trata de leer el libro y dejarnos leer a través de él. Cotejar nuestras historias, dejarnos interpelar. Leyendo nos leemos y vemos el paso de Dios. Luego planteó el significado de la persona y las opciones de Cacho en este presente del país, cada vez más fragmentado  entre “ellos” y “nosotros”. Nos invitó a transitar el camino de descentramiento -como hizo Cacho- para cruzar la frontera y ponernos del lado del otro, donde son otros los modos de sentir, vivir, reír y resistir. Se trata de transformar las relaciones de ajenidad en proximidad y comunión. Necesitamos un cambio cultural de todos.

La espiritualidad del P. Cacho no es la de estampita -subrayó Pablo-, sino la espiritualidad bíblica, aquella que llama desde la realidad, desde el dolor, e invita a mirar todo desde otra perspectiva, desde Dios. “Dejar hablar al sufrimiento del otro es parte de la construcción y acceso a la verdad”.

Cacho, como ya sabemos, cruza la frontera, sale a la intemperie, porque siente el llamado de Dios, tiene la certeza de que allí lo espera, se le revela en esos rostros, en esas hambres, en esos dolores que queman, pero también en esa belleza, en esa dignidad que van construyendo juntos, lucha a lucha y fiesta a fiesta. Viviendo y ganándole a la muerte cada día, allí ya está Dios presente, sólo faltan ojos para verlo, testigos para anunciarlo.

La trabajadora social Graciela Pintos realizó la presentación del contenido del libro y se centró en la vigencia del legado de Cacho. Su exposición la encuentran en la sección “Leyendo”.

Cada momento de la noche fue de intensa emoción y “movimiento” interior, pues la vida, las acciones, las palabras y los silencios de Cacho que Mercedes teje a partir de muchísimas voces no pueden dejarnos indiferentes. Juntos podemos construir verdad y dignidad, eso queda claro en la presencia, la palabra y la fuerza de Machado, así como en la poesía llena de ternura y gratitud de Angélica. También en la de distintas generaciones que Cacho convocó ayer y sigue convocando hoy.

 

18 de mayo en la Universidad Católica

Bajo el título “Teología para universitarios”, durante el mes hubo varias convocatorias de la Universidad abiertas al público. La primera recordaba los 38 años ininterrumpidos del Consultorio jurídico gratuito llevado adelante por profesionales católicos; la segunda recordaba la vida del sacerdote jesuita P. Novoa; la tercera instancia fue sobre la vida del P. Cacho y Casilda Aparicio, allí compartimos los testimonios de Mary Larrosa y Mercedes Clara sobre estos testigos que “compartieron la vida en los rincones más olvidados”, como decía la invitación. Mary planteó en primer lugar el contexto social y eclesial de la década de los años ‘60, ‘70 y ’80, donde se vivía intensa conmoción, pero también gran movimiento de búsqueda de fidelidad creativa al Evangelio. En ese contexto algunas personas tienen la capacidad de catalizar esas fuerzas y hacerlas converger en proyectos, en movimientos humanizadores.

“Catalizadores”, “imantadores”, así fue como Mary presentó al P. Cacho y a Casilda, como personas que atraían, congregaban y propiciaban la convergencia de búsquedas diferentes, de gente de distintos barrios, clases sociales y formación, logrando esas sinergias capaces de vencer obstáculos y generar experiencias nuevas de solidaridad y construcción de esperanza. Ese “otro mundo posible” se hace patente como en un laboratorio paradójicamente en ciertos lugares y momentos históricos, cuando objetivamente hay tantos límites; así ocurrió en este Montevideo de aquellos tiempos, no olvidemos que el país vivía la amarga noche de la dictadura. Pero el Espíritu, la Presencia de Dios, se movía en las periferias, allá por Aparicio Saravia, hasta donde cientos de jóvenes -y no tan jóvenes- de otros barrios, a lo largo de muchos años peregrinaban y hasta algunos se quedaban. Y donde los habitantes aprendían a expresarse en las asambleas, a poner palabras a sus sentimientos y necesidades, a reconocer sus derechos: “porque ahora somos gente”, como dijo una señora en cierta oportunidad. Personalmente, esa ha sido para mí la mejor definición de lo vivido y logrado allí.

La espiritualidad de Cacho y Casilda, además del contexto socio-eclesial, la vamos a tener en las propias palabras de Mary Larrosa en la sesión de Espiritualidad.

A continuación, recogemos algunas “perlas” que Mercedes Clara nos regalara esa noche:

Cacho llega a decir con convicción: “Llegué al lugar de la cita”. No es la afirmación de un entusiasmo juvenil, sino la de un hombre maduro. Cacho se preparó largo tiempo, aguzó el oído, se tensó en la espera activa, por eso puede decir con serena alegría que llegó. Esto nos habla de cómo era él, de su fidelidad, Cacho no se detuvo donde no era, resistió la tentación de conformarse, de acomodarse. Pero también nos apela a nosotros, a cada uno, a seguir caminando, no detenernos, y hasta dar saltos en el vacío.

Es muy conocido el texto manuscrito en que Cacho expresa por qué va y cómo va al barrio, va a buscar a Dios, porque sabe que vive allí. Va desnudo, a la intemperie, va a aprender y a encontrar, claro que también se encontrará a sí mismo. Al cambiar la mirada, al aprender lentamente esa lengua extranjera del pobre, se va descubriendo también él mismo. Ese encuentro profundamente humano es lo que nos puede cambiar. El otro, el pobre, el que estaba totalmente marginado y enajenado -extrañado- de sí mismo, se siente recuperado ante los ojos de Cacho, encuentra allí una nueva versión de sí mismo. “La salida es el encuentro del hombre con su propia imagen, llena de dignidad y de valor, llena de Dios al fin”, afirma Cacho. Y la “trasformación de la realidad que experimentan juntos es posible porque ese encuentro los cambia”. Eso dijo Mercedes, y yo recordé un verso de una canción de Flavia Wenceslau: “El amor hace nuevo todo de nuevo”.

 

20 de mayo: Celebración ecuménica  y Marcha del silencio

Como todos los años, desde hace 22, Las Madres y Familiares de Desaparecidos convoca una Marcha de silencio. En los últimos años OBSUR, Gemrip y Los dioses están locos, han invitado a hacer juntos “la previa” con un tiempo de oración y reflexión que se ha dado en llamar Celebración ecuménica. Este año nos reunió a cien cristianos de distintas confesiones que, en un clima a la vez cordial y conmovedor por la temática, cantamos, escuchamos y rezamos en comunión, en torno al recuerdo de un pasado cuyas heridas siguen abiertas, y en torno a un presente donde los Derechos Humanos  de los pobres siguen siendo atropellados. La educación en DDHH, como dijo Nelson Villareal -presente por la Secretaría de Presidencia- nos interpela y desafía desde el ayer y desde el hoy.

Luego de la bienvenida al encuentro, comenzamos cantando todos juntos una canción que es compartida en nuestras respectivas iglesias. Y con otra canción concluimos la celebración. Un momento muy emotivo fue el de nombrar a personas desaparecidas o muertas que conocimos o que fueron de nuestro entorno. Nombres, rostros, pequeñas historias, desfilaron ante nosotros guardando silencio reverente. Hubo realmente oración comunitaria.

Las reflexiones las realizaron la pastora metodista Araceli Ezzati y Paul Dabezies, representándonos a los católicos. Ambos partieron de textos bíblicos. Le pedimos su texto a la pastora para la sección de Espiritualidad y aquí compartimos algunas ideas expresadas por Paul. La Marcha del silencio la vivimos como un anuncio de vida, vale decir, cada vez que marchamos juntos repetimos y renovamos la adhesión a la vida plena de todos y todas. A partir del texto del Evangelio de la comunidad de Juan, Paul destacó la figura del Buen Pastor, una imagen muy conocida para los cristianos, aunque no vivamos en tierras ni en tiempos de pastores. Una figura que nos habla de cercanía, acompañamiento, cuidado. La vida en abundancia de la que habla Jesús (Jn. 10, 10) no es la vida eterna en un más allá de esta vida (según la visión dualista de dos vidas), y tampoco es la vida que promete la teología de la prosperidad, que lamentablemente no sólo la predican ciertos grupos, a veces se nos cuela. La vida en abundancia, predicada y vivida por Jesús, es la vida auténtica, plena, es la vida entera, toda la vida, y la de todas las vidas, por eso estamos llamados todos y todas, a defenderla  todos los días.

Paul Dabezies también hizo referencia al libro de Mercedes Clara sobre Cacho, y cómo lo hizo caer en la cuenta de que en el mismo tiempo se atentaba contra la vida en diversas formas. Mientras unos torturaban y hacían desaparecer a muchos, otros muchos eran torturados, ninguneados y marginados por la pobreza. Recordó que él estaba viviendo en Francia y que había mucha sensibilidad sobre lo que estaba haciendo la dictadura aquí, pero que no se tenía igual sensibilidad por lo que estaban viviendo -también a consecuencia de la dictadura- los más pobres, en barrios como los que eligió Cacho para establecerse. La misma represión mataba a unos y despreciaba y arrinconaba en cantegriles a otros. Mientras la vida era negada y pretendía ser destruida, la vida porfiadamente luchaba por resistir. De distintas maneras, pero había en el país resistencia.

Con estas reflexiones nos animaba a no dividir, sino a unificar las reivindicaciones en torno a los Derechos Humanos. No debemos olvidar la sensibilidad, el compromiso y la solidaridad para con todos los que han sufrido y sufren la violencia contra su dignidad. El desafío es mantenernos vigilantes y unificar la conciencia. Estamos llamados a hacer de la vida una marcha por la vida, esta noche, y todos los días.

Como decíamos al inicio, todos estos momentos compartidos por muchos en este mes de mayo, no sólo nos han unido y conmovido, también nos han movido a descentrarnos, a caminar en mayor fidelidad al Llamado que cada uno experimenta, pero que seguro será a vivir en mayor comunión y solidaridad. Que el Espíritu de Dios nos anime en este Pentecostés.