Entrevista a Angélica Ferreira

Una vecina del barrio Plácido Ellauri, amiga del Padre Cacho, orgullosa de su barrio y ser mujer, que le gusta mucho ayudar

 

Si tuvieses que presentarte a una persona que no te conoce, ¿cómo lo harías?

Como lo que soy, una vecina del barrio, una mujer común que me gusta mucho ayudar, estar con la gente,estar en actividad, no trabajar por un sueldo sino estar en actividades sociales. Diría que soy una mujer común y que me siento orgullosa de ser mujer y de vivir donde vivo.

 

Tuviste un maestro y amigo muy especial que fue el Padre Cacho, ¿verdad?

Exactamente. Esa es otra parte de mi historia, que la llevo muy dentro de mí. Cacho para nosotros -digo nosotros porque sé que mucha gente lo quiso- fue algo muy grande.Lo dije y lo seguiré diciendo, fue Dios en la tierra; eso fue Cacho para el barrio. Fue él el que nos enseñó cantidad de cosas, recuperarla dignidad a muchos vecinos, ayudarlos a volver a tener fe, a creer en Dios, porque, por todas las cosas que habían pasado, muchos la habían perdido.

 

Vos te has encargado, a lo largo de todos estos veinticinco años, de seguir sus valores,de mantener vivaesa memoria de Cacho en el barrio, y esa memoria se siente viva…

Sí, totalmente. Ahora se ha dejado un poco de ir al barrio. Yo iba a las escuelas, tengo ese orgullo; yo iba a la escuela pública a hablar de Cacho, cosa que no se puede hacer, hablar de religión, pero de Cacho, sí. Las maestras me llamaban y yo les explicaba por qué iban a la escuela, por qué los chiquilines tenían una casa, por qué tenían calzado, y sabían que era porque Cacho lo había logrado. Y eso, lo voy a decir toda la vida, desde que él vino acá, la gente vivió un poco mejor, no del todo, porque no es posible vivir del todo mejor, pero vivió mucho mejor. Hubo mucha gente que consiguió trabajo, que mandaba a los gurises a la escuela, que tenía la comida todos los días, porque tenían las ollas populares que él abrió, que eran unas cuantas, estaban los merenderos, o sea, no había hambre, se había terminado el hambre.

 

Hay dos actividades en especial que has tratado de mantener vivas, que son una celebración que tiene que ver con las mujeres, y una celebración que tiene que ver con los niños, y todo esto siempre “a pulmón”…

Sí, hace muchos años, el día de la madre -este año fue el día de la mujer- se hace una pequeña celebración, de manera diferente, porque vos vas a cualquier lado y están las protestas, todo lo malo que pasa. Acá lo celebramos de otra forma. Por ejemplo: el día de la mujer, es el día de la mujer alegre, el día de la mujer contenta, que cuenta sus cosas, sus problemas, como en todos lados; se baila entre todas; se comparte lo que cada una trae. Aprendemos justamente eso, a compartir, y que la mujer no es ni solamente un objeto sexual, como dicen muchos, ni tampoco es un trapo de piso, y tampoco es para que la anden poniendo como víctima, porque tampoco todas son víctimas.

 

Ese día de la mujer que acabamos de celebrar, que fue un día de celebración distinta, tuvo varios gestos lindos para reencontrarse con esa esencia de mujer de cada una, de compartir un tiempo gratuito, pero ¿ese detalle de la rosa, ¿qué te parece que significó para ellas?

A: Ese detalle fue algo muy lindo, muy especial para todas ellas. Yo les decía “una rosa para otra rosa”, porque realmente, las mujeres son flores, quizá un jardín que ya está medio seco, pero que hay que estarlo regando para que sigan surgiendo esas flores: rosas o las que sean, pero que sigan floreciendo, que no se queden atrás. Fue algo muy lindo porque vinieron personas que tienen un montón de problemas, que tienen un montón de sufrimientos, y compartieron un día diferente. Ellas se sentían felices, y la felicidad por ese momento les quitó todo eso que viven durante todo el año. Eso para mí fue hermoso, algo que no tengo palabras para describirlo.

 

Sí, es como por un momento darse cuenta que otra realidad es posible, ¿no? Una realidad donde uno puede compartir tranquilo, celebrar y, de alguna manera, esos momentos lindos te ayudan para sobrellevar los otros no tan lindos y seguir luchando por cambiar la situación.

Exactamente. Esa es la idea, cambiar, que en ese momento todas las que estaban, piensen -no olvidarnos de lo que pasa en el mundo entero- pero también, al juntarse muchas o pocas, ver la vida de otra forma para poder cambiarla. Empezar por las mujeres, pero para integrar a los hombres y a los niños y a todos, que no haya discriminación… Porque se habla mucho de violencia de género, pero yo no veo que haya algo que integre realmente: están dividiendo, las mujeres allá, los hombres acá, y creo que eso hace más agresivo al hombre y victimiza a la mujer.

 

En ese sentido vos venís reuniendo a un grupo de mujeres para reflexionar sobre este tema de la violencia, y los distintos tipos de violencia. ¿Cómo es ese trabajo?

Justamente eso es lo que pretendemos hacer muchas mujeres, cada cual a su manera, en distintas clases sociales, pero demostrando que se puede vivir en paz con la palabra simplemente, hablando, descubriendo las cosas malas, pero tampoco ponerlas en primer plano, ir sacando las cosas malas del camino y hacer todo lo bueno. Si viene una mujer con un problema saber dónde mandarla, qué decirle, andá allá o acá, acompañarla, esa es mi intención.

 

El año pasado compartimos una charla para cambiar esta realidad de violencia, y una cosa que manifestaron las mujeres es que no tenían muchos lugares a dónde recurrir o los lugares a dónde recurrieron no las defendían como necesitaban, ¿verdad?

Esa es otra realidad, que habría que cambiarla. Porque te dicen “si ves tal o cual cosa mandalas a tal o cual lado”. Llegan y encuentran las puertas cerradas, porque le dicen “no, en este momento no te podemos atender”, “por eso andá a la comisaría”, “por eso, andá a hablar con Fulano”…Y vos vas a la comisaría y no hay nadie que te pueda ayudar, entonces decís: ¿dónde estamos parados? ¿Seguimos mintiendo? ¿Seguimos hablando de violencia y de que nos van a ayudar? Y es mentira, lamentablemente es así: si no nos ayudamos entre nosotras mismas esto no va a cambiar.

 

Por eso, me parece muy valioso eso de poder reunirse, trabajar juntas, y poder escucharse, porque otra de las cosas que pasó en esa reunión fue la gran necesidad de hablar que tenían algunas mujeres.

Sí, inclusive, la agresividad de algunos hombres que había en esa reunión, que también estaban con un dolor diferente, estaban dolidos, con bronca y el hombre tiende a gritar; la mujer también lo hace, pero de otra forma. Si nosotros nos unimos y pensamos hacer las reuniones que pensamos este año, si Dios quiere, de poder integrar a más mujeres, que vean no solamente charlas, porque también está eso: las aburrís con tantas charlas demasiado formales, que sea un día así, abierto, vos hablá de lo que quieras hablar, decí lo que tengas ganas de decir, lo que no quieras decir no lo decís; ir entendiéndonos de a poco, entendiéndonos un poco más. Yo creo que así se puede lograr un montón de cosas. El grupo de mujeres piensa trabajar este año contra violencia, con manualidades o lo que se haga, pero hacer muchas charlas contra la violencia, o mejor dicho, para mejorar la situación de violencia.

 

Uno de los puntales para mejorar esto, para que no haya tanta violencia, es también atender a la situación de los gurises, y esa actividad que realizás todos los años del día del niño, creo que viene a reforzar esta idea: de ofrecerle a los gurises un día distinto, un momento donde poder ser niño, de poder jugar…

Sí, es mostrarles a los niños que ellos son niños, que tienen derechos y obligaciones. El niño viene acá, juega, se divierte, se lleva un regalito o no, comparte lo que haya, siempre con respeto. Acá, en lo que yo hago, siempre lo digo, hay solamente dos reglas: ni insultar, ni pelear. Son las dos cosas que les propongo mientras están acá. Inclusive en la fiesta ellos estaban muy contentos, jugaron, se rieron, se sacaron fotos, comieron todo lo que había, tomaron, se sintieron felices, eso es lo que hay que lograr, que los gurises se sientan felices, y darse cuenta: hubo un niñito que vino de muy lejos que me dijo: “señora: ¿siempre hacen esto acá? Porque en mi barrio jamás se hace esto”. Yo le dije: “sí, todos los años. Vos vení, que acá va a estar. E inclusive más, ya les dije a las otras mujeres, que aunque yo no esté tienen que hacerlo, ese día tiene que ser sagrado, festejarlo con lo poquito o mucho que haya, pero hacerlo, celebrarlo para los gurises, porque nadie es imprescindible en la vida, yo tampoco. Ellas pueden hacer lo mismo, lo único que con amor.

 

Y eso es también lo que aprendimos de Cacho: lo que necesita el barrio es una mirada de amor. Con esta mirada de amor: ¿qué necesidades ves en el barrio  hoy? ¿Qué ves que necesita la gente del barrio?

Creo que lo que más se necesita hoy es tranquilidad. Estamos viviendo una inseguridad -no en el barrio, en todos lados- tremenda. La gente está con miedo, entonces, ver cómo lograr que todo esto cambie, que se pacifique, por así decirlo. Cambiar así, empezando por nosotros mismos, las mismas personas, enseñándoles a los gurises que el respeto ante todo, y creo que así es la única forma de lograrlo, porque si esperamos algo de los grandes, de los que tienen el poder de cambiar, no lo vamos a lograr, eso lo vamos a lograr nosotros desde acá abajo. Desde lo más humilde, desde ahí va a salir, humilde de corazón, no digo humildad porque le falta… no, humildad de corazón. Así, solamente así, si nos unimos… Para mí ya no hay una política buena, no la hay. Nosotros solamente vivimos, respiramos, y nos sentimos bien solamente pensando en Dios, y Cacho a su lado.

 

Esto es justamente la dinámica que nos enseñó Jesús, la fuerza del granito de mostaza, de la levadura que mezcla con esa cantidad de harina: cómo Dios siempre se manifiesta en lo chiquito, en lo humilde, en lo pobre, en lo débil, y cómo los verdaderos cambios surgen ahí, en pequeños cambios. En eso te conectás con el Evangelio, y con lo que hizo Cacho, que fue llegar, estar, escuchar, y sólo eso generó una revolución.

Yo digo siempre: El Padre escuchaba y oía. Miraba y veía. Porque a veces escuchamos y no entendemos nada, miramos y no vemos nada, y eso no es bueno para nadie, ni para nosotros. Tenemos que cambiar la mentalidad, y se hace con cosas tan chiquitas que son amor, justicia y libertad, son tres cosas que las tenemos, que Dios nos la regaló, no tenemos por qué vivir porque a otro se le antoje vivir en las condiciones que se vive, porque vos podés tener todo el oro del mundo, pero si no sos feliz no tenés nada.

 

Muchísimas gracias, Angélica, por tu testimonio. ¿Querés decir una frase final como para seguir adelante?

Amor, amor y amor.



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