Espera activa, mutua, confiada

Nuestro acercamiento a Dios no puede ser nunca alejamiento de la realidad,

sino la inmersión más intensa, sincera y profunda en esa realidad que nos toca vivir.

(…) La realidad es transparencia de Dios, no oposición a Él.

Martín Gelabert Ballester

Cuando recibí la propuesta desde el equipo de Obsur para compartir algo sobre el sentido de la esperanza en clave de Adviento desde mi vivencia personal, tuve la certeza de que la fuente de inspiración sería la vida cotidiana partida y compartida con las y los niños del barrio.

A decir verdad, la primera imagen y sensación interna fue la del dolor, la impotencia y la injusticia. Reconocí en mí cierta resistencia a pararme y compartir desde allí: ¿No se suponía que debía hablar de Buenas nuevas y Esperanza? Como si las mismas fueran dicotómicas y, en realidad, cuán de la mano están… se suponen, implican íntimamente. Así que, animada por un texto de Martín Descalzo en el que describe a los niños y niñas como “Los maestros de la esperanza”, me sumergí en esas aguas aparentemente oscuras porque en ellas también penetra la luz y acontece la claridad.

Dylan es uno de esos niños que con sólo mirarte te conquistan el corazón, y no justamente por su tranquilidad o docilidad, todo lo contrario. Es pícaro y muy vital, además de tierno, desafiante y comprador. Sus ojos grandes y marrones destellan luz. Tiene cinco años y vive en el asentamiento “17 de junio”. Sus hermanos, Axel y Xurema, participan del espacio del apoyo escolar. Él aún no porque está en jardinera, pero inevitablemente a veces se nos cuela. Fue en una de esas ocasiones en las que tomó lugar el relato que aquí les voy a contar:

Era un viernes gris de lluvia, pero ni eso ni las condiciones precarias del salón comunal en el que tenemos el apoyo fueron impedimento para que los niños participaran. Así que, contra todo pronóstico allí nos esperaban cerca de 25 niños y niñas, Dylan entre ellos. Esa tarde éramos sólo tres adultos: Eli y Bruno (dos voluntarios), y yo. Digo “sólo” porque fue de esas tardes en las que los 25 parecían 50, y al igual que el techo que se nos llovía nosotros no dimos abasto e hicimos agua por todos lados. Estaban especialmente alborotados, demandantes, agresivos y muy hirientes de palabra entre ellos. A pesar de nuestros intentos hasta el final de la jornada, no pudimos apaciguar del todo los ánimos en el ambiente.

Recuerdo que en un momento me sentí especialmente desbordada, impotente, sin más recursos para intentar manejar la situación. Unos se peleaban, otros me reclamaban para que fuera a hacer los deberes con ellos, otros me pedían materiales. Estaba frente al armario perdida, sumergida en el caos externo e interno, escuchando todas esas voces sin saber a quién responder o cómo proceder. En medio de todo eso se suma uno más: aparece Dylan frente a mí pidiendo hojas para dibujar en el mismo instante en el que los más grandes me reclamaban a los gritos unos diccionarios. Mi primera reacción fue la de contestarle a los más grandes que por favor esperaran. No sé si fue mi rostro, el tono de mi voz, el contexto caótico que hablaba por sí sólo o esa sensibilidad especial que tienen los niños (o tal vez un poco de todo eso) pero en medio del caos comencé a escuchar una voz que me repetía suave e insistentemente:

  • Jime, yo te espero, yo te espero acá, no me muevo. Yo te espero acá.

Hasta que fui capaz de escuchar y reconocer de dónde venía esa dulce voz. Era Dylan que paradito frente a mí, firme, seguía llamándome y repitiendo como un mantra esas palabras. Cuando lo registré y nuestras miradas se encontraron, volvió a decirme serena y dulcemente con sus ojitos brillosos y su metro y poquito de altura, ahora seguro de que lo escuchaba:

 

  • Jime, yo te espero, yo te espero acá, no me muevo. Yo te espero acá.

Profunda experiencia sacramental. Él estaba allí y allí se le podía encontrar, en el sacramento del hermano 

 

“Yo te espero acá”

¿Cómo no besar Su frente en la frente de Dylan? ¿Cómo no reconocer en él a Jesús mirándome a los ojos diciéndome: “Yo te espero acá”, como invitándome tierna y confiadamente a recorrer la intemperie desde dentro, junto con todas las preguntas que tuviera que recorrer, pero haciéndolo desde la certeza de que Él me espera, y no en cualquier lugar, me espera ACÁ, en medio del caos y la fragilidad? Ese es Su lugar, el de los preferidos de Su Corazón, el que eligió para Su encarnación. Allí está, allí lo voy a encontrar. Allí me espera, allí nos espera; viva, encarnada y activamente.

¿Qué es la Esperanza? Ciertamente,lejos estoy de saberlo en plenitud, imposible abarcar su totalidad siempre nueva y decidora, pero en Dylan el Señor me acercó y reveló un poquito más de ese don y Misterio. Hoy puedo decir y cantar la mutualidad y reciprocidad de esa experiencia que es y supone la Esperanza. Espera activa, mutua. Lo puedo, lo podemos esperar, porque Él nos espera primero… como a los pastores de Belén. Podemos esperar activa y confiadamente la llegada en plenitud del Reino porque el verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Jn 1, 18) PRIMERO; y con Él, por Él y en Él: el Reino, ya pero todavía no (Lc 17, 20 -24).

¿Y tú? ¿Ya escuchaste Su voz, ya descubriste dónde te espera? En este Adviento pidámosle juntos esa gracia… Y no la callemos, porque Él vino y nos espera a todas y a todos. En estos tiempos de fragilidad, intemperie, incertidumbre e incluso a veces de desesperanza, es necesario “gritarla” y alimentar y custodiar el calorcito y la luz de ese fuego junto a otras y otros. Nunca solos, siempre con otros, al modo de nuestro Dios comunidad, uno y trino.

 

Termino compartiéndoles unos versos de Benjamín González Buelta, sj. que poco a poco también se van volviendo míos.Ojalá también más tuyos, más nuestros…

 

Ya no te preguntaré más…

cuándo llegará tu día

sino por dónde atraviesas el presente,

por qué existe el malvado

sino de qué manera lo salvas ahora,

cuándo sanará mi herida

sino cómo la curas en este instante,

cuándo acabarán las guerras

sino dónde construyes la justicia,

cuándo seremos numerosos

sino dónde está hoy la cueva de Belén,

cuándo acabará la opresión

sino cómo pasar por las grietas del sistema,

cuándo te revelarás,

sino dónde te escondes.

¡Porque tu futuro es ahora,

es este instante universal

donde todo lo creado da un paso

dentro de tu misterio compartido!



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