Pre Sínodo Joven para el Sínodo de Obispos

Como quien no quiere la cosa estamos ya avanzando en el año del próximo sínodo de Obispos programado para la primavera que viene. Será la XV Asamblea General Ordinaria de ese instrumento de colegialidad episcopal creado por el Papa Pablo VI durante la última sesión del Concilio Vaticano II, en 1965. Se desarrollará en Roma entre los días 3 y 28 del mes señalado.

Nuevo aire sinodal

Entre los nuevos impulsos generados en la Iglesia por el ministerio del Papa Francisco, uno de los más relevantes y estratégicos si consideramos el horizonte de la reforma de la Iglesia, es por cierto el nuevo aire que ha dado a la práctica sinodal. Era extendida la sensación de que esa manera de vivir la autoridad en la Iglesia y de tomar las decisiones que conciernen a todos, tan fuerte en la tradición cristiana antigua, estaba de nuevo amenazada por el anquilosamiento que ya había sufrido. La convocatoria, preparación y realización de los dos sínodos sobre la familia (2014 y 2015) no solo revelaron la intención papal de revitalizarla, sino que efectivamente lo hicieron. El mismo Francisco se encargó de dirigir a toda la Iglesia lo que algunos han llamado “carta magna de la sinodalidad” con su discurso en el 50 aniversario de la citada institución del Sínodo de Obispos, en medio de la celebración de la asamblea de 2015 (no está de más una invitación a leerlo o volverlo a leer: https://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2015/october/documents/papa-francesco_20151017_50-anniversario-sinodo.html).

 

 

Impresionante consulta

En el proceso de preparación y consulta para la asamblea de octubre, se celebró en el mes de marzo, entre el 19 y el 24, lo que se llamó “pre sínodo de los jóvenes”, en Roma. Allí se reunieron 300 jóvenes de todo el mundo, católicos y no, creyentes y no, a los que se sumaron más de 15.000 otros en directo a través de las redes sociales, para aportar y discutir sobre la realidad de la juventud en nuestros días y sus expectativas sobre la Iglesia en relación a ellos. Lo hicieron en veinte grupos, en seis lenguas. Francisco les dirigió un hermoso discurso al comienzo, en que los invitó sobre todo a hablar con total franqueza, sin vergüenzas, una de las reiteradas insistencias del Papa argentino para estos procesos. Les dijo: “Hablar con valentía […] ‘Que tengo vergüenza’ ¡No! Aquí, la vergüenza se deja fuera de la puerta. Se habla con valentía. Lo que siento, lo digo. Y si alguien se siente ofendido, pido perdón y sigo adelante (risas). ¡Pero, ustedes saben hablar así! […] Y escuchar con humildad; si habla aquel que no me gusta debo escucharlo mucho más. Cada uno tiene el derecho de ser escuchado, como cada uno tiene el derecho de hablar”.

De ese multitudinario diálogo, inédito en la Iglesia, surgió un documento, que será tenido en cuenta en la elaboración del documentos de trabajo de próxima publicación, que ha sido publicado también en versión castellana no oficial y que resulta en verdad muy interesante. Como se trata de un texto bastante extenso, aquí reproducimos solamente su tercera parte (“La acción educativa y pastoral de la Iglesia”) que transmite el estilo que los jóvenes participantes desean para la Iglesia, así como los instrumentos pastorales que proponen para la misión cristiana en medio de ellos. La primera parte refleja una mirada joven sobre su mundo (“Desafíos y oportunidades de los jóvenes en el mundo actual”), y la segunda una lectura desde la fe (“Fe y vocación, discernimiento y acompañamiento”). Para quienes quieran conocer la totalidad del documento, lo pueden encontrar en la siguiente página: https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2018/03/24/0220/00482.html#spagn).

 

 

 

La Redacción

III Parte. LA ACCIÓN EDUCATIVA Y PASTORAL DE LA IGLESIA

  1. Estilo de Iglesia

Los jóvenes de hoy anhelan una Iglesia que sea auténtica. Queremos decir, especialmente a la jerarquía de la Iglesia, que debe ser una comunidad transparente, acogedora, honesta, atractiva, comunicativa, asequible, alegre e interactiva.

Una Iglesia creíble es aquella que no tiene miedo de mostrase vulnerable. La Iglesia debe ser sincera en admitir sus errores presentes y pasados, que sea una Iglesia conformada por personas capaces de equivocarse y de hacer malinterpretaciones. La Iglesia debe condenar acciones tales como los abusos sexuales y los males manejos de poder y dinero. La Iglesia debería continuar a fortalecer su posición de no-tolerancia hacia los abusos sexuales dentro de sus instituciones; y su humildad sin duda aumentará su credibilidad frente al mundo juvenil. Si la Iglesia actúa de esta manera, entonces se diferenciará de otras instituciones y autoridades de las cuales los jóvenes, en su mayoría, ya desconfían.

Tanto más, la Iglesia atrae la atención de los jóvenes al estar enraizada en Jesucristo. Cristo es la Verdad que hace a la Iglesia diferente de cualquier otro grupo mundial con el que nos podemos identificar. Por lo tanto, pedimos a la Iglesia de continuar proclamando la alegría del evangelio bajo la guía del Espíritu Santo.

Deseamos que la Iglesia esparza su mensaje a través de medios modernos de comunicación y expresión. Los jóvenes tienen muchas preguntas acerca de la fe, pero desean respuestas que no estén “diluidas” (waterdowned) o que hagan uso de formulas pre-fabricadas. Nosotros, la Iglesia joven, pedimos a nuestros líderes de hablar en términos prácticos acerca de temas controversiales como la homosexualidad y cuestiones de género, sobre las cuales ya los jóvenes discuten libremente sin tabú. Algunos perciben una Iglesia en “contra de la ciencia” (anti-science) por lo que su diálogo con la comunidad científica también es importante, ya que la ciencia puede iluminar la belleza de la creación. En este contexto, la Iglesia también debería preocuparse por cuestiones ambientales, especialmente la contaminación. También deseamos ver una Iglesia que es empática y en salida hacia quienes están en las periferias, los perseguidos y los pobres. Una Iglesia atractiva es una Iglesia relacional.

  1. Jóvenes protagonistas

La Iglesia debe involucrar a los jóvenes en sus procesos de toma de decisiones y ofrecerles mayores roles de liderazgo. Éstas posiciones necesitan ser a todos los niveles: parroquias, diócesis, a nivel nacional e internacional, inclusive una comisión ante el Vaticano. Sentimos con grande pasión que estamos preparados para ser protagonistas, que podemos crecer y dejarnos enseñar de los miembros de la Iglesia que son mayores que nosotros, por religiosos, religiosas, hombre y mujeres laicos. Necesitamos programas de liderazgo juvenil para la formación y continuo desarrollo de jóvenes líderes. Algunas mujeres jóvenes sienten que hacen falta mayores ejemplos de liderazgo femenino dentro de la Iglesia y desean contribuir sus dones intelectuales y profesionales a la Iglesia. También creemos que los seminaristas, los religiosos y las religiosas deberían tener una mayor capacidad para acompañar a los jóvenes líderes.

Más allá de la toma de decisiones institucional, queremos ser una presencia alegre, entusiasta y misionera dentro de la Iglesia. También expresamos nuestro fuerte deseo por una voz prominente y creativa. Esta creatividad a menudo se encuentra en la música, la liturgia y las artes, pero, de momento, este es un potencial sin explorar, siendo este aspecto en la Iglesia dominado por sus miembros mayores.

También existe el deseo de sólidas comunidades en las que los jóvenes compartan sus dificultades y testimonio entre ellos. En muchos lugares, esto ya está sucediendo a través de iniciativas de laicos, movimientos y asociaciones, pero los jóvenes desean ser más apoyados oficial y financieramente.

La Iglesia joven también ve hacia afuera; los jóvenes tienen una pasión por la política, la vida civil y las actividades humanitarias. Quieren actuar como católicos en la esfera pública en pos de la sociedad. En todos estos aspectos de la vida de la Iglesia los jóvenes desean ser acompañados y tomados en cuenta como miembros plenamente responsables de la misma.

  1. Lugares a privilegiar

Quisiéramos que la Iglesia saliera a nuestro encuentro en aquellos lugares donde actualmente su presencia es poca o nula. Sobre todo, el lugar en el que queremos ser encontrados por la Iglesia es en la calle, donde todas las personas se encuentran. La Iglesia debería buscar nuevas y creativas formas de salir al encuentro de las personas ahí donde se encuentran más cómodas y donde naturalmente socializan: en los bares, cafeterías, parques, gimnasios, estadios y en todos los centros culturales y populares. También se deben tener en cuenta aquellos lugares menos accesibles como lo son el mundo militar, el mundo laboral y rural. Además de estos ambientes, necesitamos la luz de la fe en lugares más difíciles como en orfanatos, hospitales, barrios marginados, regiones destruidas por la guerra, cárceles, centros de rehabilitación y “zonas rojas”.

Mientras la Iglesia ya nos encuentra a muchos de nosotros en las escuelas y universidades en todo el mundo, quisiéramos ver una presencia más fuerte y efectiva en estos lugares. Los recursos no se desperdician cuando se invierten en estas áreas, ya que en ellas es donde el joven emplea el mayor tiempo y donde además comparte con personas de variados contextos socioeconómicos. Muchos de nosotros ya somos fieles miembros de nuestras comunidades parroquiales o miembros de varias instituciones, asociaciones u organizaciones dentro de la Iglesia. Es imperativo que aquellos que ya están involucrados sean apoyados por la comunidad eclesial de tal modo que se vean fortalecidos e inspirados a evangelizar el mundo externo.

Además de los muchos lugares físicos en los que puede ser encontrado el joven, el mundo digital debe ser considerado como tal por la Iglesia. Queremos ver una Iglesia a la que se pueda acceder a través de los social media y de otros espacios digitales, para ofrecer información sobre la Iglesia y su enseñanza de manera más fácil y efectiva. Esto contribuirá a la formación del joven. En síntesis, la Iglesia debe salir a nuestro encuentro ahí donde estamos, intelectual, emocional, espiritual, social y físicamente.

  1. Iniciativas a reforzar

Los jóvenes anhelamos experiencias a través de las cuales podamos profundizar nuestra relación con Jesús en el mundo real. Las iniciativas exitosas son aquellas que nos ofrecen una experiencia de Dios. Por lo tanto, respondemos a iniciativas que nos ofrecen una comprensión de los sacramentos, la oración y la liturgia, con el fin de poder compartir y defender nuestra fe en un mundo secular. Los sacramentos son de gran valor para nosotros, que tenemos el deseo de desarrollar un sentido más profundo de lo que significan en nuestras vidas.

Esto es así, en la preparación al matrimonio, en el sacramento de la Reconciliación, la preparación para el bautismo de los niños, entre otros. Dado la falta de un conocimiento claro y atractivo en la presentación de lo que los sacramentos realmente nos ofrecen, algunos de nosotros atravesamos un proceso de desvalorizarlos.

Algunas iniciativas que consideramos fecundas son: eventos como la Jornada Mundial de la Juventud; cursos y programas que ofrecen respuestas y formación, especialmente para aquellos que se inician en la fe; experiencias misioneras (outreach ministries), catecismos juveniles; retiros durante los fines de semana y ejercicios espirituales; eventos carismáticos, coros y grupos de alabanza, peregrinaciones; ligas de deporte católicas; grupos juveniles parroquiales y diocesanos; grupos para estudiar la Biblia; grupos universitarios católicos; diferentes “apps” sobre la fe; y la inmensa variedad de movimientos y asociaciones dentro de la Iglesia.

Nosotros respondemos a eventos bien organizados a grande escala, pero también consideramos que no todos los eventos tienen que ser de esta magnitud. Pequeños grupos locales donde podemos expresar nuestras preguntas y compartir en fraterna comunión, también son indispensables para mantener nuestra fe. Estos eventos más pequeños pueden ayudar a hacer de puente entre los eventos eclesiales a grande escala y aquellos más parroquiales. El encontrarnos de esta manera es especialmente importante para aquellos jóvenes que viven en países donde los cristianos son menos aceptados.

Los aspectos sociales y espirituales de las iniciativas de la Iglesia pueden ser complementarios entre sí. También existe un gran deseo de salir al encuentro y evangelizar a las personas que sufren de enfermedades y adicciones, mientras también nos ponemos en diálogo con distintos contextos religiosos, culturales y socioeconómicos. La Iglesia debería fortalecer iniciativas que combatan el tráfico humano y la migración forzosa, así como el narcotráfico, que es especialmente importante en América Latina.

  1. Los instrumentos a utilizar

La Iglesia debe adoptar un lenguaje que asuma las costumbres y las culturas de los jóvenes, de modo tal que todos tengan la oportunidad de escuchar el mensaje del Evangelio. Sin embargo, a nosotros nos entusiasman las diferentes expresiones de la Iglesia. Algunos de nosotros experimentamos una atracción por “el fuego” de los movimientos contemporáneos carismáticos, que ponen en el centro al Espíritu Santo; otros nos dejamos guiar por el silencio, la meditación y las liturgias tradicionales y respetuosas del sentido de lo sagrado. Todas estas cosas son buenas en la medida en que nos ayudan a rezar de distintas maneras. Fuera de la Iglesia, muchos jóvenes viven una gozosa espiritualidad, pero la Iglesia podría también incluirlos con los instrumentos adecuados.

Multimedia – Internet ofrece a la Iglesia una oportunidad evangélica sin precedentes, especialmente con los social media y los videos online. Nacidos en la cultura digital, nosotros, como jóvenes podemos ser guías en este camino. El mundo digital es un gran espacio para encontrar y conectarse con gente de otras religiones y también con no creyentes. La serie de los videos que el Papa Francisco ofrece regularmente son un buen ejemplo del uso de las potencialidades evangélicas del internet.

  • Experiencias anuales periódicas – Los años de servicio dentro de los movimientos y las obras de caridad dan a los jóvenes una experiencia de misión y un espacio para el discernimiento. Esto también ofrece a la Iglesia la oportunidad de encontrar personas no creyentes y de otras confesiones religiosas de todo el mundo.
  • Las Artes y la Belleza – la belleza es reconocida universalmente y la Iglesia tiene una historia de compromiso con las artes y de evangelización a través de ellas, como por ejemplo la música, las artes visuales, la arquitectura, los diversos proyectos, etc. Especialmente los jóvenes en este campo encuentran resonancia y lo disfrutan, siendo creativos y expresivos.
  • Adoración, meditación y contemplación – También apreciamos el contraste que el silencio ofrece a través de la Adoración Eucarística, desde siempre ofrecida por la Iglesia, y a través de la oración contemplativa. Ello ofrece un espacio lejos del constante ruido de la comunicación moderna y es ahí donde podemos encontrar a Jesús. Es en el silencio donde podemos escuchar la voz de Dios y discernir su voluntad para con nosotros. También muchos, fuera de la Iglesia aprecian la meditación, y esta rica cultura de la Iglesia puede ser un puente para aquellos que están en el mundo pero que tienen un sentido de lo espiritual. Esto puede parecer algo contracorriente, pero efectivo.
  • Testimonio – Las historias personales en la Iglesia son caminos efectivos de evangelización en cuanto son experiencias personales y verdaderas que no pueden ser debatidas. Los testigos cristianos modernos, así como la persecución de los cristianos en Medio Oriente, constituyen testimonios particularmente fuertes de la plenitud de la vida en la Iglesia. Las vidas de los santos siguen siendo hoy relevantes para nosotros como caminos de santidad y plenitud.
  • El proceso sinodal – Hemos estado muy emocionados al ser tomados en cuenta por la jerarquía de la Iglesia y sentimos que este diálogo entre la “joven” y la “vieja” Iglesia es un proceso vital y fecundo de escucha. ¡Sería una pena si este diálogo no tuviera la posibilidad de continuar y crecer! Esta cultura de la apertura es extremamente saludable para nosotros.

Al comienzo de este encuentro pre-sinodal y en el espíritu del diálogo, el Papa Francisco citó en su conversación con nosotros este versículo de la Biblia: “Después de esto, yo derramaré mi espíritu sobre todos los hombres: sus hijos y sus hijas profetizarán, sus ancianos tendrán sueños proféticos y sus jóvenes verán visiones” (Joel 3,1).



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