En el momento en que escribo, Uruguay, Chile, Bolivia, Venezuela, Ecuador, El Salvador y Nicaragua no habían reconocido el gobierno provisional de Temer. Obama aún no se había manifestado. Pero el reconocimiento inmediato, el primero, ¡fue de Mauricio Macri! Hubo incluso un incidente grotesco en que Temer, hablando con un reportero argentino de El Mundo, entendiendo poco el español, lo llamó presidente creyendo que se dirigía a Macri, y en mal portuñol dijo que le gustaría visitarlo en Buenos Aires.
Campaña temprana y constante
Desde el día siguiente a la victoria de Dilma Rousseff en 2014, empezaron las movidas para sacarla del poder. Tres juristas presentaron una acusación de que la presidenta había desplazado gastos y realizado otros, en 2015, sin la aprobación del Congreso (en portugués, “pedaladas fiscais”). Los presidentes anteriores ya lo habían hecho, así como gobernadores y alcaldes. No hubo ninguna acusación a Dilma por corrupción o mal manejo de la cosa pública.
Paralelo a eso, corrían en la Cámara de Diputados varios procesos contra el presidente de la casa, Eduardo Cunha, por corrupción, uso arbitrario del poder y por tener cuentas no declaradas en Bancos Suizos. Esas acusaciones caminaban con lentitud en la Comisión de Ética, por maniobras del mismo Cunha, un funesto personaje de la política (del PMDB, Partido del Movimiento Democrático Brasileño). Este esperaba un apoyo del PT en su defensa. Cuando este partido se posicionó en contra de él, dos horas después, claramente por venganza, sacó a relucir el proceso de impeachment contra Dilma que estaba en punto muerto, entre tantas otras resoluciones para análisis de la Cámara, con la acusación indicada arriba, frágil y sin consistencia jurídica. Y lo hizo de manera acelerada. Ahí se hablaba de indicios, no de pruebas. En ese ínterin, el Superior Tribunal Federal, por unanimidad, el 5 de mayo, suspendió a Cunha de la presidencia de la Cámara y de su mandato de diputado. Falta ahora que la Cámara lo destituya definitivamente. Poco antes, y aún bajo la presidencia de Cunha, acogió por gran mayoría el proceso contra la presidenta y lo encaminó al Senado, a quien cabe juzgar.
La de Diputados fue una votación vergonzosa, con declaraciones de voto ridículas, de legisladores que aprovechaban la visibilidad en los medios para saludar a familiares o invocar fuera de lugar a Dios. El Senado, por mayoría simple, recibió la acusación y el 12 de mayo suspendió a la presidenta por 180 días, tiempo en que se realizará el juicio propiamente dicho. Si cumplido ese plazo Dilma es considerada culpable por dos tercios de los senadores, debe dejar definitivamente la presidencia.
El mismo día en que Dilma fue suspendida, asumió, en carácter provisional, el vice-presidente Michel Temer. El relator del Senado, Anastasia, ex-gobernador de Minas Gerais, que también responde a investigaciones en la justicia, indicó que “hay indicios suficientes” para la suspensión, lo que, sin embargo, no alcanza el nivel de pruebas propiamente dichas.
El tiempo del verdadero juicio
Empieza entonces un proceso en el Senado para pasar de indicios a posibles pruebas. Serán necesarios dos tercios de los presentes para sacar definitivamente del poder a Dilma. Los senadores son 81, por lo que con la presencia de todos serían suficientes 54 votos. En la primera votación que acogió el proceso votaron 55 a favor y 22 en contra, con dos ausentes y dos abstenciones. Ese número superaba por un voto los dos tercios de la votación definitiva. Pero si tres o cuatro de los senadores cambian de parecer, cae el impeachment y vuelve Dilma. Cosa bastante difícil pero no totalmente imposible. Ya un senador que votó a favor de recibir el pedido señaló que si no se llega a pruebas contundentes, repensará su voto. Es un antiguo militante del PT que cambió de lado.
Temer y su partido, el PMDB, habían sido parte del bloque de apoyo a los gobiernos de Lula y de Dilma y el mismo vice fue incluso negociador del gobierno ante al Congreso. Pero cuando avanzaba el pedido de impeachment, este partido, que siempre fue aliado de los gobiernos desde los tiempos de Fernando Henrique Cardoso en los años 90, decidió de prisa pasar a la oposición, en una sesión interna que duró diez minutos. Tuvo por aliados al Partido Popular, de derecha, al PPS (Partido Popular Socialista, nuevo nombre para el Partido Comunista Brasileño, pro-soviético; no confundir con el Partido Comunista del Brasil, pro-chino, que siguió con el gobierno de Dilma) y varios pequeños partidos (llamados nanicos), que se posicionaron a favor del gobierno de Temer.
Los ministerios en el gobierno Dilma eran 32. En un primer momento, Temer habló de reducirlos a 11, pero fueron tantas las demandas y presiones, que aumentó a 23. Once partidos recibieron puestos y otros dos secretarías ejecutivas. Son 13 partidos en la nueva coalición muchos de los cuales formaron parte del gobierno de Dilma o Lula, y algunos de sus miembros fueron ministros en esos períodos. Enorme sed de poder, difícil de satisfacer.
Al nuevo gobierno se unió el Partido Social Demócrata, PSDB, de centro-derecha, que perdiera la elección presidencial. Temer, según información de la gran prensa que lo ha apoyado fuertemente, debería haber formado un gobierno de notables y de unión nacional. Lo que se ha visto, por el contrario, es muy distinto de lo anunciado. Nunca hubo tanto loteo de puestos en los ministerios (como la conocida lotizzazione en Italia), con luchas violentas para entrar en ellos. Fue una disputa de muchos partidos con políticos ávidos de poder.
Gobierno de varones blancos adinerados
Ya desde antes del alejamiento de la presidenta, Temer fue tejiendo su gobierno, anunciando ministros y luego rechazando esos mismos nombramientos. Un evangélico, el pastor fundamentalista Marcos Pereira, con una visión teológica creacionista, aparecía como un probable ministro de Ciencia y Tecnología a pesar de sus ideas retrógradas. Tuvieron que sacarlo. Un joven diputado, Newton Cardoso Jr., fue pensado como ministro de defensa, pero vetado por generales y coroneles de más edad. Reemplazaba a su padre, inelegible por la ley de “ficha limpa” (acusación de mal uso de gastos en elección anterior). Al fin pusieron allí a Raúl Jungmann, del PPS, viejo izquierdista que renegó de su pasado.
Surge un todopoderoso Ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, quien fue presidente del Banco Central en los dos gobiernos de Lula y que venía antes del Banco de Boston, recibido con alegría por el mercado. La Seguridad Social, antes Ministerio de Previsión Social, fue integrada en Hacienda, que la tratará con un sesgo economicista de ajustes y cortes presupuestales, sin tener en cuenta las demandas de los usuarios. Meirelles indicó la posibilidad de aumentar impuestos, pero empresarios de la Federación de Industrias de São Paulo (FIESP) que apoyaron el impeachment, protestaron inmediatamente contra esa decisión. Ante la política de aumentar los años para alcanzar la jubilación, pequeños sindicatos “amarillos” que siempre se alinearon con Cunha y ahora con Temer, ya demostraron su insatisfacción. Empiezan así las grietas en la coalición en el poder. La Central Única de Trabajadores (CUT), próxima al PT, se rehusó a negociar con un gobierno que considera ilegal e ilegítimo.
Pronto va a volver una política de privatizaciones como en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso (PSDB, 1995-2002). Ahí está el caso del petróleo. Aquel gobierno había instalado una política de concesiones, con la llegada de las petroleras internacionales. En el gobierno Lula fue descubierto petróleo en aguas muy profundas, en la llamada capa pre-sal. Ante la importancia de tal descubrimiento, el gobierno creó un régimen distinto para la prospección, régimen de “partilha” (participación), con el gobierno como principal agente. Ya se habla ahora de pasar otra vez a la política de concesión, respondiendo al gran apetito de las grandes petroleras. Y sirve el pretexto de la corrupción en Petrobras, con una camarilla que practicaba en ella sus malversaciones desde hace años, lo que no impide que siga siendo una empresa importante a nivel mundial.
Como se está denunciando, se trata de un cuerpo de ministros de varones, blancos y adinerados. Frente a la protesta de los movimientos feministas, el presidente nombró a una mujer como su jefa de gabinete y a otras en el segundo escalón de los ministerios y también en el Banco de Desarrollo (BNDES). Sin embargo, los Ministerios de la Mujer, de la Igualdad Racial, de Derechos Humanos y la Secretaría de la Juventud, con rango ministerial, perdieron su autonomía y quedaron bajo el paraguas del Ministerio de Justicia.
En São Paulo, el Secretario de Seguridad del gobierno del PSDB, actuó de forma muy violenta contra las manifestaciones de estudiantes. Pues ahora, Alexandre de Moraes fue nombrado Ministro de Justicia y se prevé que siga con ese estilo ante movimientos populares de protesta.
El Ministerio de Cultura fue agregado al ministerio de Educación. La movilización en contra de la medida por parte de los artistas fue muy grande. En un primer momento, ante las protestas, Temer pensó en crear una Secretaría General de Cultura, subordinada directamente a la presidencia. Pero volvió atrás y designó al ministerio como de Educación y Cultura. En el pasado era así, cuando yo trabajé, en 1963, como asesor del ministro. Pero pude percibir claramente cómo ya entonces los problemas de la cultura eran ahogados por las enormes secretarías de la educación.
Para la agricultura fue nombrado Blairo Maggi, el mayor productor agrícola del país, jefe del agro-negocio, llamado el rey de la soja.
Hay también que mantener bajo cuidadosa observación al Ministerio de Relaciones Exteriores. En los gobiernos del PT se había definido una prioridad sur-sur, fortaleciendo el MERCOSUR, la UNASUR y la participación de Brasil en los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur). Estos últimos crearon un Banco de Desarrollo, que tiene como vice-presidente en Shangai a un importante economista, Paulo Nogueira Batista Jr. ¿Cómo será en el nuevo gobierno Temer? Ahora, para el puesto de ministro fue nombrado el senador José Serra (PSDB), derrotado por Dilma en su primera elección. En la juventud había sido presidente de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) en el momento del golpe de 1964, miembro entonces del movimiento de izquierda Acción Popular (AP), del cual fui uno de los creadores con Herbert José de Souza (Betinho). Después de su doctorado en los Estados Unidos, cambió radicalmente y hace poco criticó a la UNASUR y lo que llamó “política bolivarianista”. Posiblemente dará preferencia a una relación norte-sur, con Estados Unidos como socio privilegiado.
Esta movida puede ser vista como una tendencia más general en la región, resultado de un muy probable plan internacional. Se prepara, por lo visto, en Latinoamérica, un posible post-Maduro y otros post-Morales y Correa. Argentina recientemente y México desde mucho atrás, ya están en esa dirección. Los golpes contra los presidentes en Paraguay y Honduras precedieron al que está en curso en Brasil. Una política exterior independiente corre peligro, después que en Brasil la construyeron con maestría diplomáticos como Celso Amorim y Samuel Pinheiro Guimarães Neto.
Reacciones, denuncias, resistencia
El presidente de UNASUR, Ernesto Samper, indicó que el proceso de impeachment en Brasil “compromete la gobernabilidad democrática de la región”. El nuevo Itamaratí, con Serra, protestó de inmediato. Hay que decir que la prensa internacional de forma casi unánime ha condenado ese acto. The Guardian habla de golpe, como El País y New York Times.
El domingo 15/5, la televisión Globo, especie de cuarto poder, brindó un enorme espacio a Temer en un programa de gran audiencia, Fantástico, normalmente estructurado con temas cortos. Durante todo el tiempo en que hablaba el presidente en ejercicio, con su estilo solemne y perogrullesco, en un gran número de ciudades se oyeron silbatinas, pitazos, caceroleos y gritos de “golpe”, “fuera Temer”. Antes era la derecha que protestaba cuando hablaba Dilma. Una encuesta del Instituto Vox Populi antes de la llegada al poder de Temer, indicó que un 61% evaluaba negativamente un posible gobierno suyo y un 58% pedía su renuncia si llegaba a la presidencia. Se espera un tiempo de muchas movilizaciones de organizaciones sociales como el Movimiento de los Trabajadores sin Tierra (MST), movimientos de estudiantes y algunos otros.
Lo terrible es que el país, como Argentina o Venezuela, está escindido, con una posición feroz de la derecha. Salen a relucir los prejuicios de haber tenido un obrero en la presidencia y ahora una mujer, que luchó en la clandestinidad durante el gobierno militar, encarcelada y torturada. Tenemos una élite rencorosa, como pasó en los meses que precedieron el golpe de 1964, que algunos llaman cívico-militar, con grandes marchas por Dios, la Familia y la Libertad. Ahora salen a las calles con los colores nacionales, de manera agresiva.
El poder real de los sectores dominantes se mueve en la sombra para que no haya una marcha atrás. Y la prensa golpista lo apoya. Un periodista, Paulo Henrique Amorin, en un blog Conversa afiada (charla afilada), habla de un Partido de la Prensa Golpista (PIG). Cuando Lula llegó al poder, un articulista muy conocido, Luís Fernando Veríssimo dijo que hasta entonces Brasil había sido gobernado por los Bragança (nombre de la familia imperial), y ahora llegaba un simple da Silva. Para muchos eso fue intolerable.
Hay un movimiento en marcha que busca empezar un proceso contra Lula para dejarlo, si fuera condenado, ocho años sin poder presentarse a elecciones. Saben que si Lula entra en la campaña de 2018 será seguramente imbatible.
Algunos propusieron elecciones anticipadas para presidente, junto con las elecciones para alcaldes en octubre. Pero eso necesitaría una enmienda constitucional, imposible con este Legislativo.
Muchas han sido las repercusiones internacionales. Noam Chomsky dijo que “Dilma fue impedida por una pandilla (gangue) de ladrones”. El premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel trajo su solidaridad a Dilma. El Secretario General de la Conferencia Latinoamericana de Ciencias Sociales (CLACSO) expresó su “más enérgico y vehemente repudio al golpe de estado que se ha producido en Brasil”. En el país, el MST declaró: “Este es un golpe anti-institucional y anti-democrático, que no respeta la voluntad de 54 millones de ciudadanos”. Leonardo Boff, ya en diciembre pasado denunció: “Alguien sin calidad (desqualificado) [Cunha], enjuicia a una mujer íntegra”. Y el 17 de mayo apuntó a “la vuelta de la clase del privilegio”.
La Conferencia Nacional de Obispos (CNBB), el 10 de mayo, indicó: “Vivimos una profunda crisis política, económica e institucional… La situación exige el ejercicio a fondo del diálogo… Es fundamental garantizar el Estado Democrático de Derecho”.
El mismo 10 de mayo, el Papa recibió a una conocida actriz brasileña, Leticia Sabatella, y a la jueza Kenarik Boujikian, que llevaron una carta de Marcelo Lavenère, ex-presidente del Orden de los Abogados de Brasil (OAB), uno de los signatarios en 1992 del impeachement contra el entonces presidente Collor, y que ahora denuncia con vehemencia el golpe en Brasil. Al día siguiente Francisco, en audiencia general, se dirigió a un grupo de peregrinos de la ciudad brasileña de Araxá y dijo: “Pido que el Señor derrame los dones del Espíritu Santo al país para que en este momento de dificultades siga el camino de harmonía y paz”.
Pero el obispo emérito de Jales, Dom Demétrio Valentini, fue más directo y habló de “un impeachment sin fundamento legal y sin justificación”, que hiere el sistema democrático. Un gran número de entidades ecuménicas, el 17 de mayo, en un comunicado conjunto, denunció “el impedimento de la presidenta de la República, simbólicamente es el linchamiento público de una mujer y además, la ruptura con políticas sociales…”
Construir alternativa
Hay dos movimientos, Frente Brasil Popular y Frente Pueblo sin Miedo que reúnen movimientos sociales (MST y otros), políticos de varios partidos, intelectuales, estudiantes. El ex gobernador de Rio Grande do Sul, Tarso Genro, del PT, brillante analista, es uno de los que está en esa articulación. Estoy participando, escribiendo y proponiendo, a partir de esos frentes, crear a mediano plazo un Frente Amplio Demócrata y Nacional, mirando más allá del 2018, sin descuidar las elecciones municipales de ese año y la nacional en dos años. Se está pensando una nueva alianza para contrarrestar las medidas que este gobierno “biónico” de Temer va a hacer en 180 días o en dos años y que significarán un retroceso en la vida política brasileña. Tenemos que oponernos a esa política panamericana que quiere destruir los avances de nuestros países del sur. Eso tendría que ser hecho en articulación con compañeros argentinos, uruguayos, bolivianos, ecuatorianos, chilenos, etc. Hay que mirar más allá del golpe que está en curso en Brasil y que podrá llegar a otros países. Solo una gran solidaridad latinoamericana podrá enfrentar ese retroceso histórico y recuperar el protagonismo de nuestros pueblos.