De Gaudium et Spes a Laudato Si’

Número 43 – Por Edi Juri 09/2015

La Carta Encíclica Laudato si’ del Papa Francisco “Sobre el Cuidado de la Casa Común” aparece, significativamente, 50 años después de la promulgación de la Constitución Pastoral “Sobre la Iglesia en el Mundo Actual” (Gaudium et spes) del Concilio Vaticano II, promulgada por el Papa Pablo VI en diciembre de 1965.

Gaudium et Spes fue el resultado de tres largos años de propuestas, análisis, discusiones, correcciones de texto en comisiones, en votaciones dentro del aula conciliar, antes de llegar a su texto definitivo, un texto renovador y generador de esperanzas sobre la visión de la Iglesia acerca del mundo de esa época, el de los fermentales años sesenta, que influyó altamente sobre el mundo y en particular sobre los cristianos jóvenes de entonces.
Preguntas sobre 50 vertiginosos años
 
Transcurridos estos vertiginosos cincuenta años, ¿qué pasó con el mundo?, ¿qué pasó con la Iglesia?, ¿qué pasó con el hombre nuevo?, ¿qué pasó con nuestra casa común?, ¿hemos mejorado?, ¿hemos alcanzado la equidad, la inclusión?, ¿hemos construido la paz?, ¿hemos alcanzado límites?, ¿es lo que esperábamos? Para cada una de estas preguntas podemos  tener diversidad de respuestas específicas; pero si hay algo que nos puede permitir dar una respuesta integral, creo que es reflexionar sobre lo que ha pasado en este período con el medio ambiente, con nuestra “casa común”.
La Encíclica Laudato si’ es justamente eso, una reflexión profunda del actual pontífice acerca de nuestra “casa común” hoy, realizada con un enfoque integral sobre el medio ambiente que sorprende por su amplitud, por su globalidad, nada le es indiferente. Toma de San Francisco de Asís su inspiración mística y poética, “… hermano sol, hermana luna, hermana madre tierra,…”. La Encíclica comienza analizando lo que le está pasando hoy a nuestra casa, reflexiona acerca del evangelio de la creación, describe la raíz humana de la crisis ecológica, plantea una ecología integral, describe líneas de orientación y acción y propone una educación y espiritualidad ecológica, una conversión ecológica.
En 1965, año en que se promulgó Gaudium et spes, aún no se hablaba, salvo en ámbitos intelectuales o políticos muy reducidos, de la temática del Medio Ambiente como problemática de la humanidad. La primera Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente se realiza en Estocolmo (Suecia) en el año 1972, y es a partir de entonces que se empieza a generalizar la preocupación de la sociedad sobre el ambiente y su relación con la actividad humana. Empiezan a aparecer las primeras organizaciones no gubernamentales ambientalistas y las primeras instituciones gubernamentales nacionales y multinacionales expresamente dedicadas al Medio Ambiente.
Esas organizaciones e instituciones gubernamentales o no gubernamentales se han venido creando y desarrollando en estos últimos cincuenta años, en su mayoría, con un enfoque no integral de la temática ambiental, en general orientadas por problemas o temas específicos o por ideologías o por especialidades sociales, científicas o tecnológicas dominantes.
A nivel gubernamental, si bien existen ciertos ámbitos de coordinación interinstitucionales, en general no alcanzan a lograr integrar lo tecnológico con lo social, lo científico con lo político, lo cultural con lo educativo, el desarrollo con la equidad, las diferentes instituciones y disciplinas entre sí, etc., etc., persistiendo sin resolverse la degradación ambiental, la pobreza, la desocupación, la regresión cultural, la imposibilidad del acceso al uso de la tierra y los recursos naturales, las necesidades básicas insatisfechas, etc., a pesar de que manifestamos que estamos en desarrollo. Las instituciones ambientales gubernamentales operan urgidas por la inmediatez política (período de gobierno o presiones sobre temas concretos), más que por la visión a largo plazo (ordenamiento y planificación), y en general no son consideradas políticamente como prioritarias o de primer orden; suelen caracterizarse por su debilidad, en todo el mundo.
En estas tierras uruguayas
 
En nuestro país, coincidiendo con la Conferencia Mundial de Estocolmo en 1972, se crea en esa época la primera institución gubernamental expresamente orientada a la temática ambiental, el Instituto Nacional para la Preservación del Medio Ambiente que estaba constituido por una Comisión que funcionaba en la órbita del Ministerio de Educación y Cultura. Era una comisión exclusivamente deliberativa que podía hacer recomendaciones u organizar acciones de divulgación y concientización ambiental, pero sin capacidad de ordenarlas, controlarlas o ejecutarlas. Las acciones específicas sobre algunos aspectos sensibles del medio ambiente en Uruguay, como por ejemplo el agua, los suelos, el manejo de residuos, provenían de algunos Ministerios: Dirección Nacional de Hidrografía del M.T.O.P. (aguas), Ministerio de Ganadería y Agricultura (suelos), Intendencias Departamentales (residuos), con visiones claramente dominadas por los modos de producción y consumo (agua para riego, calidad del agua para abastecimiento a la población y la industria) y los modos de tenencia y explotación de la tierra (conservación de suelos, forestación), primando el enfoque político de los propietarios. Sin embargo, comenzaron a aparecer instrumentos legales nuevos que abrían nuevos horizontes a la posibilidad de accionar, como el Código de Aguas, la Ley de Suelos, que introducían nuevos conceptos como la preservación de la calidad del agua, además de la cantidad, la conservación de suelos en el laboreo agrícola, etc.
A partir de la restauración democrática en nuestro país, en 1985, y apoyados en el Código de Aguas, se realizan en el país las primeras acciones concretas de saneamiento de cuencas hídricas por contaminación proveniente de efluentes industriales. Fueron  llevadas a cabo por la D.N.H. en cuencas hidrográficas del área metropolitana de Montevideo entre 1985 y 1990, exigiendo y conminando a las industrias de las cuencas a la construcción y puesta en funcionamiento de plantas de tratamiento de sus efluentes líquidos, lográndose resultados alentadores gracias a la coordinación y compromiso de acción previo de todo el espectro político e institucional para ejecutar su cumplimiento.
En base a experiencias como ésta, así como al avance de la conciencia ambiental en el país y a la convocatoria de Naciones Unidas para una segunda Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo a llevarse a cabo en Río de Janeiro en el año 1992, se crea en el año 1990 la Dirección Nacional de Medio Ambiente (DINAMA), como parte de un nuevo Ministerio denominado Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA). Como puede verse, el tema Medio Ambiente es el tercer ítem temático de ese nuevo Ministerio que aún hoy sigue priorizando el primero de ellos, vivienda, por su peso y urgencias políticas. Aún el país no ha logrado definir una institucionalidad ambiental que aborde con fuerza, eficiencia, amplitud y peso social y político su accionar para lograr resultados concretos; existe notoria debilidad institucional, cierto desconcierto de competencias, temor o ignorancia de los políticos respecto al tema,  no obstante haber logrado instalar nuevas normativas y leyes como la Ley de Impacto Ambiental que llevó tres años de discusión en el Parlamento antes de concretarse.
Mucho para pensar, mucho para cambiar
 
Sin duda hay mucho para seguir andando, creando, promoviendo, revisando y renovando modos y estilos de vida y asumiendo responsabilidad personal y colectiva con nuestro ambiente, nuestra “casa común”.
En base al análisis de estos últimos cincuenta años transcurridos entre Gaudium et spes y la Encíclica Laudato si’, ésta última nos llama, nos ofrece, nos orienta, a la humanidad y en particular a los cristianos, a caminar a través de una ecología integral para que  “cuidemos la vida y la belleza, inundados de paz vivamos como hermanos y hermanas sin dañar a nadie, ayudemos a los abandonados y olvidados de esta tierra (los más infelices), seamos protectores del mundo y no depredadores, sembremos hermosura y no contaminación y destrucción, reconozcamos que estamos profundamente unidos con todas las criaturas y todo lo que existe”.
Está en cada uno de nosotros impulsar y alcanzar esa “conversión ecológica”. En ese sentido, Laudato si’ es un trascendental documento para orientarnos, para reflexionar, para actuar. ¡Hay mucho que pensar! ¡Hay mucho que cambiar en cada uno de nosotros! ¡Hay mucho que cambiar en toda la sociedad!