Evaluación de la visita del Papa Francisco a Colombia

La visita del Papa Francisco a Colombia constituye un  acontecimiento muy importante en la historia de Colombia por la huella que dejará en el proceso social de construcción de la Paz; esta huella es la Esperanza, la Palabra profética, el gesto amoroso, el testimonio de Jesucristo que vive y muere de pie, como este varón de 82 años lo estuvo por muchas horas, en este país que clama por Justicia y Verdad.

No es fácil resumir la inmensa riqueza de los discursos y homilías papales[1], sin embargo es importante y necesario intentar recoger aquellas palabras que más han resonado en medio de la durísima pero al mismo tiempo esperanzadora realidad colombiana.  Palabras tan significativas, dirigidas al Estado colombiano[2], a la Iglesia colombiana[3], al CELAM, a las víctimas[4], sobre las mujeres[5],  sobre el medio ambiente, a los jóvenes[6], y en general al Pueblo de Dios, ese que colmó como nunca antes en la historia del país, las calles y lugares donde el Papa tenía previsto estar –o simplemente pasar. Enfatizaremos, pues así lo hizo Francisco, en las palabras tan esperadas sobre el proceso de paz.

 

Palabras significativas al Estado colombiano

Desde su primer discurso tuvo el Papa el acierto de recordar que la legitimidad del estado se funda en la voluntad colectiva y de mostrar claramente las causas de la violencia: No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, quien rige la convivencia pacífica. Se necesitan leyes justas que puedan garantizar esa armonía…leyes que no nacen de la exigencia pragmática de ordenar la sociedad sino del deseo de resolver las causas estructurales de la pobreza que generan exclusión y violencia… No olvidemos que la inequidad es la raíz de los males sociales…” Así mismo desde su primer discurso, hasta la catequesis dada tres días después de su partida, en la Plaza de San Pedro,  el Papa Francisco valoró positivamente el proceso de paz y expresó “el aprecio por los esfuerzos que se hacen, a lo largo de las últimas décadas, para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación. En el último año ciertamente se ha avanzado de modo particular; los pasos dados hacen crecer la esperanza, en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos. Además de reiterar la necesidad de la participación de todos, es destacable en este discurso la crítica a un estado que, como el colombiano, ha sido “propiedad” de pocas familias: “…todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad, aquellos que no cuentan para la mayoría y son postergados y arrinconados. Todos somos necesarios para crear y formar la sociedad. Esta no se hace sólo con algunos de «pura sangre», sino con todos. Este llamado a una construcción colectiva de la paz, es precisado en la homilía final: “Porque Colombia hace décadas que a tientas busca la paz y, como enseña Jesús, no ha sido suficiente que dos partes se acercaran, dialogaran; ha sido necesario que se incorporaran muchos más actores a este diálogo reparador de los pecados… Hemos aprendido que estos caminos de pacificación, de primacía de la razón sobre la venganza, de delicada armonía entre la política y el derecho, no pueden obviar los procesos de la gente… la experiencia de sectores que, en muchas ocasiones, han sido invisibilizados… ‘El autor principal, es el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite. Toda la gente y su cultura. No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural” (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 239). Y en una clara referencia a aspectos sustanciales del proceso de paz[7] dice: “Las heridas hondas de la historia precisan necesariamente de instancias donde se haga justicia, se dé posibilidad a las víctimas de conocer la verdad, el daño sea convenientemente reparado y haya acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes.”

 

Palabras a la iglesia colombiana 

En su última  homilía, de manera claramente profética, denuncia el silencio de la Iglesia colombiana ante genocidios, masacres y asesinatos continuados en nuestra historia: “¿Cuánto hemos omitido, permitiendo que la barbarie se hiciera carne en la vida de nuestro pueblo?… ¡Cuántas veces se ‘normalizan’, se viven como normales, procesos de violencia, exclusión social, sin que nuestra voz se alce ni nuestras manos acusen proféticamente!”[8] Claramente confronta las “miopías heredadas” de la Iglesia en Colombia que “está llamada a empeñarse con mayor audacia en la formación de discípulos misioneros… que sepan ver, juzgar y actuar[9], que examinan la realidad desde los ojos y el corazón de Jesús, y desde ahí juzgan. Y que arriesgan, que actúan, que se comprometen”. Francisco mostró la “destreza” que desarrolla la práctica del Ver Juzgar Actuar, en cuanto a la identificación de Dios en medio de la historia humana y por lo tanto a la profundidad del mensaje teológico, en todas sus reflexiones y también en su escucha de las víctimas. Teológicamente profunda fue la oración que entonó “a los pies del Crucificado de Bojayá, que el 2 de mayo de 2002 presenció y sufrió la masacre de decenas de personas refugiadas en su iglesia. Esta imagen tiene un fuerte valor simbólico y espiritual. Al mirarla contemplamos no sólo lo que ocurrió aquel día, sino también tanto dolor, tanta muerte, tantas vidas rotas, tanta sangre derramada en la Colombia de los últimos decenios. Ver a Cristo así, mutilado y herido, nos interpela. Ya no tiene brazos y su cuerpo ya no está, pero conserva su rostro y con él nos mira y nos ama. Cristo roto y amputado, para nosotros es ‘más Cristo’ aún, porque nos muestra una vez más que Él vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo; y para enseñarnos también que el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte y la violencia. Nos enseña a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección, para que junto a Él y con Él aprendamos la fuerza del perdón, la grandeza del amor… El oráculo final del Salmo 85: ‘El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán’ (v.11), es posterior a la acción de gracias y a la súplica donde se le pide a Dios: ¡Restáuranos!… no impidamos que la justicia y la misericordia se encuentren en un abrazo que asuma la historia de dolor de Colombia. Sanemos aquel dolor y acojamos a todo ser humano que cometió delitos, los reconoce, se arrepiente y se compromete a reparar, contribuyendo a la construcción del orden nuevo donde brille la justicia y la paz”. Frente a una interpretación dulzona de la reconciliación también ante las víctimas precisó el Papa: “El recurso a la reconciliación concreta no puede servir para acomodarse a situaciones de injusticia. Más bien, como ha enseñado san Juan Pablo II: ‘Es un encuentro entre hermanos dispuestos a superar la tentación del egoísmo y a renunciar a los intentos de pseudo justicia…”.

Tal vez en respuesta al triste balance que le fue presentado por el Cardenal Primado de Colombia, R. Salazar, Francisco quiere una Iglesia “rechazando con fuerza la tentación de dar todo por perdido, de acomodarnos o de volvernos sólo administradores de desgracias. ¿Cuántas veces escuchamos hombres y mujeres consagrados que parece que en vez de administrar gozo, alegría, crecimiento, vida, administran desgracias, y se la pasan lamentándose, lamentándose de las desgracias de este mundo. Es la esterilidad, la esterilidad de quien es incapaz de tocar la carne sufriente de Jesús.

 

En su mensaje a los jóvenes, puede verse una sutil crítica a los medios de comunicación y un anuncio de Esperanza que atraviesa todos sus mensajes: “No se dejen robar la alegría!, no se dejen robar la Esperanza!” dijo a los jóvenes y le habló de los “ambientes de desazón e incredulidad (que) enferman el alma, ambientes que no encuentran salida a los problemas y boicotean a los que lo intentan, dañan la esperanza que necesita toda comunidad para avanzar… ¡Jóvenes, sueñen, muévanse, arriesguen, miren la vida con una sonrisa nueva, vayan adelante, no tengan miedo! Sólo así se animarán a descubrir el País… que trasciende titulares de diarios… Los jóvenes son la esperanza de Colombia y de la Iglesia; en su caminar y en sus pasos adivinamos los de Jesús, Mensajero de la Paz, Aquél que siempre nos trae noticias buenas. Y este mensaje de Esperanza se da en medio de una aguda comprensión de la realidad colombiana: “Es cierto que en este enorme campo que es Colombia todavía hay espacio para la cizaña. No nos engañemos. Ustedes estén atentos a los frutos, cuiden el trigo, no pierdan la paz por la cizaña.” Seguramente minimizando el alcance de esta última frase, no deja de ser interesante políticamente que ella fue interpretada por millones de colombianos como una referencia a Alvaro Uribe V. a quien ahora rebautizan “la cizaña” por su oposición al proceso de paz[10]. También a los jóvenes les recordó la extraordinaria riqueza y belleza del medio ambiente en Colombia, el segundo país con más biodiversidad en el mundo. Y valoró muy positivamente el invaluable aporte de los indígenas en el cuidado de la naturaleza.

 

Gestos del Papa Francisco

Además de la ternura, la entrega y la alegría, la humildad del Papa, fue un rasgo que “tocó” profundamente a los colombianos. Sus palabras dirigidas a las víctimas y el discernimiento que de la presencia de Dios hizo en los testimonios que estas le dieron son conmovedoras: “Desde el primer día deseaba que llegara este momento de nuestro encuentro… Los hemos escuchado. Vengo aquí con respeto y con una conciencia clara de estar, como Moisés, pisando un terreno sagrado (cf. Ex 3,5). Una tierra regada con la sangre de miles de víctimas inocentes y el dolor desgarrador de sus familiares y conocidos… Y estoy aquí no tanto para hablar yo sino para estar cerca de ustedes, mirarlos a los ojos, para escucharlos, abrir mi corazón a vuestro testimonio de vida y de fe. Y si me lo permiten, desearía también abrazarlos y, si Dios me da la gracia, porque es una gracia, quisiera llorar con ustedes, quisiera que recemos juntos y que nos perdonemos ―yo también tengo que pedir perdón― y que así, todos juntos, podamos mirar y caminar hacia delante con fe y esperanza.”

 

Palabras sobre las mujeres

Marcó el Papa un claro contraste entre el pésimo tratamiento que la jerarquía colombiana dio a la perspectiva de género presente en el acuerdo con las FARC.[11], Francisco por el contrario, como he dicho, reconoció el papel histórico y recogió el clamor de todas las mujeres y de las mujeres víctimas, en su reflexión sobre “la genealogía de Jesús” (cf. Mt 1,1-17), donde afirma que allí “son ellas las que anuncian que por las venas de Jesús corre sangre pagana, las que recuerdan historias de postergación y sometimiento. En comunidades donde todavía arrastramos estilos patriarcales y machistas es bueno anunciar que el Evangelio comienza subrayando mujeres que marcaron tendencia e hicieron historia. Y en medio de eso, Jesús, María y José. María con su generoso sí permitió que Dios se hiciera cargo de esa historia. José, hombre justo, no dejó que el orgullo, las pasiones y los celos lo arrojaran fuera de esa luz… él toma decisiones mostrando su calidad humana antes de ser ayudado por el ángel y llegar a comprender todo lo que sucedía a su alrededor. La nobleza de su corazón le hace supeditar a la caridad lo aprendido por ley; y hoy, en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María. Y, en su duda de cómo hacerlo mejor, Dios lo ayudó a optar iluminando su juicio”.

También subrayó en su discurso al comité directivo del CELAM dos de sus primeras afirmaciones como pontífice, respecto de las mujeres en la iglesia y del clericalismo: “Si queremos una nueva y vivaz etapa de la fe en este continente, no la vamos a obtener sin las mujeres. Por favor, no pueden ser reducidas a siervas de nuestro recalcitrante clericalismo”, pues como bien lo dijo también en su discurso al CELAM” Es un imperativo superar el clericalismo que infantiliza a los Christifideles laici”.

 

Conclusión

Nos quedan ahora a los colombianos y a todo el Pueblo de Dios al menos dos tareas: agradecer a la Virgen de Chiquinquirá, patrona de Colombia que permitió el brillo de su Hijo en nuestra historia y acompañados de su luz convertirnos en “Esclavos de la Paz para siempre”, como concluyó en su visita Francisco, aludiendo a San Pedro Claver, sacerdote jesuita muerto en Cartagena y “esclavo de los esclavos para siempre”[12].

 

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[1]  Verlos todos en adjunto.

[2] Discurso a Miembros del Gobierno de la República y del Cuerpo Diplomático, Distinguidas Autoridades, Representantes de la sociedad civil.

[3] Especialmente la Homilía en la Misa de Medellín y en la última Homilía en la misa de Cartagena.

[4] GRAN ENCUENTRO DE ORACIÓN POR LA RECONCILIACIÓN NACIONAL Parque Las Malocas (Villavicencio)

[5]  En Villavicencio y en encuentro con el  Consejo Directivo del CELAM.

[6] Especialmente en BENDICIÓN A LOS FIELES, SALUDO DEL SANTO PADRE AL PUEBLO COLOMBIANO Bogotá, 7 de septiembre de 2017.

[7] Me refiero al planteamiento de “Justicia, verdad, reparación y no repetición” que atraviesa el acuerdo de paz con las FARC-EP.

[8]  Luego de la visita del Papa se insiste en que la Iglesia colombiana pida perdón. Ver por ejemplo: https://www.eltiempo.com/vida/religion/papel-de-la-iglesia-catolica-en-colombia-en-la-construccion-de-nacion-131270

[9] El VER, JUZGAR, ACTUAR, desarrollado en la metodología de la “revisión de vida”, practicada  inicialmente sobre todo por movimientos laicales que la introdujeron en América Latina, es la base de la teología de la liberación. El Papa hará varias referencias al Ver, Juzgar, Actuar, y volverá sobre ello en sus mensajes.

[10] Ver por ejemplo https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/sara-tufano/el-papa-uribe-y-la-cizana-131296

[11]  La Iglesia colombiana aliada con sectas evangélicas y/o ultraderechistas, copatrocinó el NO al acuerdo de paz en el plebiscito del pasado 2 de octubre, acusando el acuerdo de ser un atentado contra la familia…

[12] El ejemplo de este santo, rechazado por los poderosos comerciantes de Cartagena porque se ocupaba con amor de los negros, que llenos de heridas y llagas eran desembarcados en este puerto, para ser vendidos; fue seguido entre otros por varias mujeres y entre ellas por.



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