Italia ante los migrantes
Fuertes polémicas en la sociedad y la Iglesia

En Italia, tanto la sociedad civil como la Iglesia se están dividiendo cada vez más a causa de la actitud a asumir ante el fenómeno de la inmigración que llega sobre todo por el Mediterráneo, la posición muy dura del nuevo gobierno, la acción de las ONG de salvamento y también la posición de la Conferencia Episcopal así como la del Papa. Algunos hechos lo están mostrando en lo que va del año.

Básicas para poner en contexto

En las elecciones de marzo de este año triunfó una coalición de derecha y aunque fue muy complicado formar un nuevo gobierno, finalmente y tras 89 días, record absoluto en la historia republicana italiana ello sucedió recién el 1 de junio. Para lograrlo, llegaron a un acuerdo dos grupos que no parecían destinados a hacerlo: el Movimiento 5 Stelle (M5S), el más votado, de corte más bien populista según muchos analistas, pero difícil de encasillar; y la Lega (hasta hace bien poco Lega Nord, -LN-), un partido de extrema derecha surgido en el norte de Italia. El gabinete está encabezado por un independiente, el jurista Giuseppe Conte.

Tanto en la campaña electoral como en estos primeros meses del nuevo gobierno, uno de los temas que ha agitado al país ha sido y sigue siendo el de la inmigración, sobre todo la que llega a las costas italianas por el Mediterráneo. La posición ya de años de la Lega es extremadamente xenófoba y se manifiesta sobre todo a través de su líder principal, Matteo Salvini, actualmente ministro del Interior. Su personalidad y decisiones han opacado al gobierno entero y casi no se habla más que de él, a causa de sus medidas y declaraciones sobre la cuestión. Él es quien ha estado detrás del rechazo de varios barcos de ONG que trabajan en el salvataje de inmigrantes cuando intentaron atracar en puertos italianos. El más conocido ha sido el caso del Aquarius, con 629 náufragos a bordo, que a diez días de asumir su ministerio Salvini ordenó que no fuera recibido en ningún puerto de la península. Finalmente, luego del rechazo de otros países ribereños del Mare Nostrum el gobierno español permitió que desembarcaran en Valencia.

El ministro del Interior, que arrastra a todo el gobierno y sabe que cuenta con los sentimientos hostiles a los inmigrantes de una buena parte de la población, como lo muestran encuestas recientes, argumenta que Italia está siendo víctima de los demás países europeos, obligada de hecho a hacer frente a la llegada de refugiados que los otros gobiernos no quieren recibir. Por eso mismo está llevando adelante acciones agresivas en el seno de UE para que esta se defina de manera mucho más drástica sobre políticas de control y rechazo de la inmigración. Y para que todos los gobiernos tomen cartas en el asunto.

El líder de la Lega, por otra parte, hace alarde de cristianismo como para fundamentar su posición y defender una Italia “cristiana”, occidental, blanca, lo que le ha atraído múltiples críticas de sectores eclesiales, incluidos obispos y otros líderes católicos. Por no hablar por ejemplo de metodistas y valdenses activamente involucrados en defender y organizar la acogida de los inmigrantes (en abril del año pasado, en el n. 50 publicamos una nota sobre los llamados “corredores humanitarios”, implementados por estas comunidades junto con los católicos de Sant’Egidio).

Violento ataque de Famiglia Cristiana

En este contexto fue que la revista Famiglia Cristiana, un semanario de las ediciones San Pablo con más de 80 años de fundado, salió, en su edición del pasado 29 de julio, con una tapa (ver la ilustración de esta nota) que causó estupor, fuertes críticas y cálidas adhesiones. Con la foto del ministro que se toma la cara, el título dice “Vade retro Salvini”. La expresión latina vade retro (¡atrás, retrocede!) que aparece en el evangelio dirigida a Pedro por Jesús porque se le está oponiendo a que marchen a Jerusalén (Mt 16, 21ss), se ha utilizado en general como exclamación para rechazar al demonio o algo que nos ataca o trata de perjudicar.

La dureza de la tapa causó por supuesto rechazo en el mismo Salvini y en sus partidarios, pero también en gente de Iglesia. También algunas autoridades de la misma Iglesia en Italia criticaron a la publicación por exagerar el tono de la discrepancia con el ministro y su política que ellos tampoco aceptan.

El episodio ha mostrado también la fractura que se ha creado en la comunidad católica italiana sobre el tema de la inmigración. Por un lado muchos militantes que trabajan activamente en el rescate, acogida e inserción de los migrantes. Por otro muchos católicos de a pie, pero también sacerdotes y algunos obispos que no comprenden y hasta critican la posición del Papa y de la cúpula de la Conferencia Episcopal. Esta se ha visto dificultada en asumir posiciones públicas al respecto para tratar de no exacerbar esas divisiones y también porque hay algunos obispos que parecen estar cerca de posiciones como la de Salvini, aunque poco expresadas o en todo caso con un lenguaje mucho más cuidado. Esta situación delicada cobra mayor realce ante la posición nítida del papa Francisco sobre el asunto y sus numerosas intervenciones invitando a practicar la hospitalidad, la acogida y el cuidado por esta masa de estos nuevos pobres de la tierra. No es un secreto para nadie que varios gobiernos de Europa, a los que ahora parece sumarse el de Italia, no están nada de acuerdo, más bien molestos, con los repetidos llamados de Francisco, aunque no lo expresen públicamente. Y episcopados casi enteros del este de Europa también se han desmarcado claramente de la línea del obispo de Roma.

En el seno de la Iglesia católica peninsular la gran mayoría de los obispos han manifestado su total acuerdo y sintonía con el Papa, y sobre todo sacerdotes que han emprendido una serie de iniciativas para la acogida concreta de los migrantes en sus parroquias u otras estructuras, así como comunidades religiosas. Y grupos de laicos, comunidades territoriales o movimientos, conocidos como Sant’Egidio o anónimos, que no han dejado de comprometerse en el mismo sentido. En ese terreno han florecido muchas experiencias ecuménicas ejemplares.

“Por qué no se puede ser cristiano y racista”

Tal es el título del editorial del polémico número de Famiglia Cristiana que la dirección encomendó al teólogo Pino Lorizio, profesor en la Facultad de Teología Lateranense. Traducimos algunos párrafos:

“En el imaginario colectivo se piensa y se afirma a menudo que la fe en el Dios único es motivo de violencia hacia quienes no la comparten. Al contrario, el hecho de creer en un solo Dios conlleva la afirmación de que El es creador y señor del cielo y de la tierra y por tanto de todo y de todos, también de los no creyentes o de los “creyentes de otra manera”. Tal fe exige por tanto actitudes y comportamientos de paz, de acogida, me animaría a decir de ternura, hacia todos y en particular hacia los últimos, los pobres, los inmigrantes, las minorías y los no creyentes o quienes cultivan una fe diversa de la cristiana. En el caso del pobre y del migrante, la atención del cristiano debería ser aún más viva, en cuanto nos encontramos ante el ser humano en su desnudez y esencialidad…

Por el contrario, el politeísmo histórico y el que como fenómeno cultural se expresa en las formas del neo politeísmo o neo paganismo, puede fomentar de hecho actitudes y comportamientos de violencia y de opresión del diferente, ya que la devoción a la propia divinidad lleva a que se la considere superior a la de los otros, que sería necesario combatir y derrotar para afirmar la supremacía del propio dios, de la propia nación, raza, cultura, simbología sobre la de los demás. Aun la exhibición de símbolos religiosos, también los cristianos, que a menudo se realiza de manera ostentosa e instrumental, más que una expresión de identidad corre el riesgo de mostrar falta de convicción y auténticas raíces de la fe que se afirma profesar [hay que tener en cuenta que el ministro Salvini ha aparecido con un crucifijo o un rosario en la mano al mismo tiempo que arengaba contra la llegada y acogida de inmigrantes].

Quien tiene miedo de la alteridad, del diálogo y la acogida demuestra una profunda inseguridad y un claro egoísmo que no tiene nada que ver con la fe en el Dios único, mucho más si se trata del Dios de Jesucristo, que reúne en sí la unidad de la naturaleza con la alteridad de las personas por un amor absoluto que el cristiano está llamado a vivir y expresar en su vida”.

La Conferencia Episcopal Italiana (CEI) acoge a más de 100 migrantes

Todavía en los últimos días se ha producido otra crisis, evidenciando de nuevo la creciente contradicción entre la política llevada adelante por Salvini en consonancia con la ideología de su partido y las convicciones de cristianos incluyendo a las autoridades de la Conferencia Episcopal Italiana. El nombre de una nave patrullera de la Marina italiana, Dicciotti, que había recogido a más de 170 migrantes perdidos en el Mediterráneo, y que recibiera permiso del ministro de Transporte para atracar en el puerto siciliano de Catania, identificó la crisis. Salvini, sin embargo, dio inmediatamente orden de que no se les dejara descender a tierra. Entre protestas de diferentes grupos, pedidos de que se les permitiera desembarcar y tensiones en el gobierno, se abrió otro frente de fricción en el seno de la UE. Las autoridades italianas exigían que los demás países asumieran también sus responsabilidades y se repartieran la aceptación de esos migrantes. Mientras tanto estos permanecían en una situación descrita como inhumana, según las denuncias de algunos políticos italianos y funcionarios oficiales, así como integrantes de ONG que subieron al barco para interiorizarse del estado de esas personas.

La gran mayoría de los migrantes eran eritreos y por eso comenzaron a alzarse voces recordando que Italia tenía una responsabilidad histórica muy pesada con esa nación, ya que la había invadido poco antes de la II Guerra mundial, y había ensayado allí las políticas de control de la población que luego implantó en la misma península. Esa aventura colonialista del fascismo produjo crueles matanzas en Eritrea, por lo que los críticos de la política actual liderada por Salvini exigían reparar de alguna manera esos crímenes dejando entrar en el país a los migrantes de la Diciotti. Según la opinión de juristas y expertos, los eritreos cumplían todos los requisitos, según la legislación italiana y europea, para tener derecho al asilo por las condiciones que se viven en su país de origen.

El gobierno dejó primero descender a los menores no acompañados, todos aquejados de una grave desnutrición, en la noche entre el 22 y el 23 de agosto pasado. Los adultos continuaban encerrados en una pinza entre la indiferencia de casi todos los demás países europeos y la dureza de la política del ministro del interior italiano.

También se dejaron oir voces desde el interior de la Iglesia católica como de otras denominaciones cristianas comprometidas con los migrantes, denunciando la dureza del gobierno y llamando a una solución que respetara la dignidad humana.

El viernes 24 de agosto, en medio del impasse, el diario vocero de la CEI, L’Avvenire, publicó un durísimo editorial de su director en donde se decía: “Las personas de quienes hablamos [los migrantes en la nave] están padeciendo la última injusticia de una cadena ya demasiado larga, y la sufren justamente en nuestro país y de nuevo por una acción deliberada de nuestra política (y la minúscula que usamos no alcanza a expresar su mezquindad). Con un ministro y jefe de partido que los rechaza y se burla de ellos, amenazando con desatar una crisis de gobierno, jugando sobre su cabeza con la retórica bruta de los puertos cerrados (mientras en realidad continúan los desembarcos de fortuna en otros puntos de nuestras costas), y llegando hasta proyectar arrojarlos a todos en el infierno de Libia. Como si los ingleses o a los norteamericanos hubiesen reclamado devolver a Alemania o alguno de los países ocupados o aliados del Tercer Reich a los prófugos hebreos que habían escapado de las redadas nazis”.

Según las revelaciones posteriores, se supo que el papa Francisco estaba considerando la posibilidad de recibir a los prófugos que quedaban a bordo, un centenar largo, luego que Irlanda y Albania manifestaron su disposición a recibir algunos, en un terreno propiedad del Vaticano, cerca de Roma. Pero el mismo viernes 24, se realizó en el Vaticano una reunión del Papa con la Conferencia Episcopal que finalmente asumió acoger a los prófugos en diversas diócesis del país.

Ese mismo fin de semana se comenzó a llevarlos por un tiempo a un centro originalmente propiedad del movimiento “Por un Mundo Mejor” desde finales de los años 50, ahora perteneciente a los Oblatos de María, en la zona de Rocca di Papa, al sur de Roma. Según Francisco en su diálogo con los periodistas en el avión al regreso de Irlanda el domingo 26, dando de esa manera la noticia de la solución de la crisis, allí “serán recibidos y alojados, comenzarán a aprender el idioma y a convertirse en migrantes integrados”.

A pesar del gesto de la CEI, que correrá con los gastos, y también de asociaciones ligadas a la Iglesia que se ocuparán en el día a día de los inmigrantes, gente de la localidad demostró su malestar con el Papa colocando un pasacalle con la frase, “Francé, portateli a San Pietro” (Francisco, llévatelos a San Pedro). Otros muchos vecinos decidieron ir a recibirlos con carteles escritos a mano que sólo decían WELLCOME.



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