Esta nota es la continuación de la publicada en la edición pasada sobre la marcha del proceso de paz en Colombia, y nos acerca un análisis de los preparativos de las elecciones que se celebrarán en la primera mitad del año próximo. Elecciones que son claves para la consolidación del camino hacia la paz con la implementación de los acuerdos. Agradecemos al nuestro amigo y corresponsal José Fabio Naranjo de la comunidad profesionales católicos de Medellín.
La Paz como primer tema de la agenda electoral
A pesar de la sangrienta oposición narco-político-paramilitar[1] y de los grandes medios de comunicación en Colombia, en su mayoría cercanos a las corrientes políticas de derecha o ultraderecha[2], la cuestión de la paz parece constituirse en el primer tema de la agenda electoral colombiana para el 2018, compuesta por elecciones para Congreso (Senado y Cámara de representantes) y para Presidente de la República, en los primeros 5 meses del año. Y es paradójicamente gracias a la brutal y continua arremetida de la ultraderecha al proceso de paz que esta se ha convertido en el eje de la campaña presidencial. Esta violenta oposición se expresó en la convención del Centro Democrático en la que su director prometió “hacer trizas” el acuerdo de paz en caso de que llegaran al poder. Igual suerte correrían los posibles acuerdos de paz con el ELN, que ha comenzado recientemente la tercera semana del segundo ciclo de conversaciones públicas de paz con el gobierno. Conversaciones, que no serían retomadas por el muy seguro candidato presidencial y promovido por los grandes medios de comunicación, el ex vicepresidente Vargas Lleras, a juzgar por declaraciones del director de su partido (Cambio Radical). Ambos partidos (Centro D. y Cambio R.), también han alabado la polémica decisión de la Corte Constitucional que echó atrás en la práctica el mecanismo de “FastTrack[3]” creando de esta manera la peor crisis del proceso de paz con las FARC-EP.
En medio de este sombrío panorama, ha sido Humberto de la Calle Lombana, ex jefe de la delegación gubernamental, para la negociación del acuerdo con las FARC, y ex artífice de la constitución nacional en 1991, el primero que, expresando su disposición a ser precandidato presidencial y ante las amenazas de la ultraderecha, propuso de manera visionaria ciertamente, la formación de una gran alianza política de movimientos sociales y partidos de centro-izquierda, por la paz. Fue también de la Calle quien hizo la propuesta clave para responder al impasse generado por la decisión de la Corte Constitucional y todo parece indicar que las leyes exigidas por el acuerdo de paz tendrán curso positivo en el Congreso gracias al respaldo mayoritario de los partidos políticos que respaldan al Presidente Santos y a la movilización del “Movimiento por la paz” (ver abajo). En uso de sus facultades el Presidente creó los “Los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET)[4] que permitirán impulsar la presencia del Estado, especialmente en las regiones de mayor pobreza e históricamente más afectadas por el conflicto. El Decreto Ley 893, que reglamenta estos programas, prevé que se desarrollarán 16 PDET en 170 municipios.”[5] También el Presidente anunció que se posponía por 20 días la recolección de las armas de las FARC-EP por parte de la ONU; y anunció que las zonas de concentración desaparecerían en 2 meses para convertirse en centros de reincorporación de los ex guerrilleros, desarmados, a la vida civil; y además, el presidente creó la esperada unidad de (combate al) Crimen Organizado; luego de ardua negociación con participación del Fiscal general y de voceros de las FARC-EP. Todos estos hechos muestran que a pesar de las dificultades y de la oposición el proceso de paz avanza.
Y es importante destacar que son mayoría en la actualidad los precandidatos presidenciales que se lanzan a la contienda porque “La paz está en peligro y es necesario defenderla”[6] y bajo la comprensión de que “es el momento de las coaliciones”[7], como expresó J. F. Cristo el ex ministro del interior (Partido Liberal), luego de su renuncia al cargo con el fin de presentar su nombre a la carrera por una candidatura presidencial. En el mismo sentido se ha pronunciado de manera reiterada Roy Barreras precandidato del “Partido de la U”. Dicha posición es la misma de Clara López, ex ministra de Santos, que representa un buen sector del “Polo Democrático” y quien obtuvo 2 millones de votos en pasadas elecciones. Clara López plantea que “la consolidación de la paz y la democracia social en Colombia, pasa por tejer una convergencia de amplio espectro, comprometida con elegir en 2018, un Gobierno de Coalición, que asegure la implementación de los acuerdos de paz… y la lucha contra la corrupción.” También habla de “la eventual consulta interpartidista para seleccionar una candidatura unificada para 2018 e informa de “conversaciones muy constructivas con muchos sectores: como el Partido Verde, la ASI[8], las “Autoridades indígenas de Colombia” (AICO), G. Petro (ex alcalde de Bogotá y quien se mantiene en lugar destacado en las encuestas a pesar de la guerra mediática contra él por sus políticas sociales y contra monopolios privados); La Unión Patriótica UP[9] partido de izquierda, Liberales de las distintas tendencias, organizaciones sociales, Voces (expresión política de voceros civiles de las FARC en el Congreso). “Hay buen ambiente para la convergencia” dice.
Rol protagónico del “Movimiento social por la Paz”
Es muy importante subrayar que muchos de los precandidatos apelan no solo a las coaliciones con otros partidos sino que pretenden obtener en primer lugar el apoyo de lo que llamaría el “movimiento social por la paz”, compuesto por miles de organizaciones de mujeres, indígenas, afrodescendientes, jóvenes, asociaciones y grupos culturales, ambientalistas, pacifistas, “organizaciones sociales”, organizaciones de la “sociedad civil”…etc.
Expresión de la tradición organizativa del pueblo colombiano y con hondo arraigo en los territorios de la patria, estas miles de organizaciones que trabajan de manera incesante por la paz, la justicia, la verdad, la libertad, la defensa de la dignidad de la mujer y los DDHH en general, se han revelado en las últimas décadas y justamente en la última elección presidencial como un factor decisivo. Fue este movimiento el que hizo que Santos remontara la desventaja que le tomó el ex candidato del uribismo en la primera vuelta de las pasadas elecciones presidenciales y ha sido este movimiento, con su capacidad de movilización el que ha logrado que el estado cumpla su parte en la implementación de los acuerdos de paz con las FARC-EP. Este movimiento y su impacto lo precisa bien de la Calle quien busca una alianza independiente alrededor de su nombre para la Presidencia, y dijo que propondrá “agrupar a todos los amigos de la paz (…) movimientos independientes, jóvenes, los que se tomaron las calles luego del 2 de octubre”[10], superando con creces la derrota del plebiscito y abriendo el camino para el nuevo y definitivo acuerdo de paz. Los partidos políticos si bien tendrán un gran peso en la escogencia de los candidatos a la presidencia han perdido credibilidad, comenzando por el Centro Democrático, debilitado por los múltiples escándalos de corrupción de cercanos colaboradores de Uribe. Hoy ningún partido solo podrá llegar a la presidencia y están dadas las condiciones para que el Movimiento por la Paz, si guarda su unidad, dé un paso definitivo en la historia de Colombia orientando la ciudadanía hacia la escogencia de un candidato por la paz.
Los retos mayores de esta propuesta son el superar rencillas personales entre los precandidatos por la paz, que son conocidas, en aras de la realización de esta propuesta. Los grandes medios de comunicación han intentado relegar la cuestión crucial de la paz a un segundo plano y precandidatos, presidenciales de “centro” como la senadora C. López[11] y un precandidato de izquierda, el senador J. Robledo [12] consideran que la lucha contra la corrupción es la bandera que les llevará al triunfo y que frente al proceso de paz solo es cuestión de exigir que las FARC-EP y el estado cumplan. Además, estos precandidatos rechazan hacer parte de una alianza por la paz en la que participe el nuevo partido político que surgirá de las FARC-EP ya desarmadas, todo ello no solo muestra una falta de comprensión de los alcances del proceso de paz en cuanto a la lucha contra la corrupción y una falta de valoración de los múltiples gestos que las FARC han hecho ratificando su voluntad de paz, sino que esas actitudes podrán dividir las fuerzas de centro izquierda, darán al traste con las potencialidades de un exitoso desarrollo del proceso de paz[13] y abrirán la puerta al triunfo de la ultraderecha.
A pesar de que aún falta un año para la elección presidencial y la definición de muchos hechos que nos aclararán el nuevo panorama electoral, tales como las reglas en cada partido para escoger su candidato, las eventuales consultas entre partidos, la elección a Congreso (marzo 2018), que será previa a las presidenciales (mayo 2018) etc. es claro que la campaña presidencial ya se ha puesto en marcha en Colombia y que en ella serán decisivos no tanto los partidos como las coaliciones, los movimientos sociales, las fuerzas sociales y políticas a favor de la paz. ¿Qué alianzas se consolidarán finalmente para, en primer lugar, posibilitar una segunda vuelta y su participación en ella? ¿Para ganar la elección? Por ahora podemos decir que las FARC-EP han cumplido y ello les ha dado sin lugar a dudas mayor credibilidad nacional e internacional. Este capital político será un factor que jugará en las próximas elecciones para presidente El vasto movimiento por la paz en Colombia, de una u otra manera está expresando su palabra y llamando a la unidad. De concretarse esta alianza por la paz[14], acogiendo democráticamente el nuevo partido que se creará en agosto de este año y de lograr consolidarse el proceso de paz en el próximo gobierno, el futuro de una Colombia mucho más justa y en paz estaría garantizado por décadas. Esta es la trascendencia de esa propuesta. La responsable invitación política está hecha; el trabajo ahora es que las fuerzas políticas y sociales por la paz comprendan el alcance y las ricas potencialidades y que sus precandidatos depongan el personalismo y/o caudillismo que tanto mal ha causado en nuestra historia.
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