Lucha con esperanza
Entrevista a Lourdes Galván

Queríamos hablar con Lourdes que, al concursar en el programa de televisión Master Chef, aseguraba que los sueños están para seguirlos y hacernos avanzar. Conversamos con ella de la esperanza, en el Uruguay y cómo habita en ella.

¿Lourdes, te parece que la gente vive con esperanza hoy en Uruguay?

Con todo lo que está pasando hoy en día es complicado el tema.

En un escenario que parece desalentador, ¿por qué la gente sigue apostando?

Es que la lucha sin esperanza no tiene sentido. Está vacía.

Queríamos hablar de eso contigo, conociendo un poco tu vida vemos que estás involucrada en muchas “luchas”…

Sí, a mí el tema social me toca. Soy una mujer que crecí dentro de lugares pobres, por decirlo de alguna manera, y eso es lo que me dio la fuerza para seguir creciendo, para querer superarme y ayudar a otros. También sé que en esos lugares no hay apoyo real. Sí cuando empieza la campaña (electoral) que van y visitan, pero después quedan olvidados, como pasa no solamente en mi barrio sino en muchos barrios de Montevideo, y se necesita apoyo, para la juventud más que nada. La juventud y lo veteranos, que también están “tirados”. Entonces uno trata de crecer uno mismo, sin educación, porque yo hice primaria nada más, intenté estar en todos lados, aprender siempre. No en una UTU sino en la vida, en la buena escuela de la vida. Porque también está la mala escuela de la vida, donde también se aprende, porque ves que esas cosas no las tenés que hacer. Tratar de compartir los buenos momentos y ganar aprendizajes para el futuro.

Conociste realidades muy duras y decís que eso te impulsa, pero también podría desanimarte, sacarte esperanza.

Lo que pasa es que depende también de uno mismo. De la meta o los sueños que uno tenga. Hay que intentar concretar la meta con lucha. En la vida si no luchás nunca vas a crecer, porque se trata de ir superando obstáculos. Si te caés: levantarte y andar de vuelta. Perseverancia. Y yo soy porfiada ¿viste? (risas), mejor todavía. Si bien la terquedad en algunos ámbitos de la vida es perjudicial, para otros es importante. Si no tenés la testarudez de querer volver a hacerlo e intentarlo, olvidate. Hay que tratar de mirar las cosas del lado positivo, porque siempre pasan cosas malas. Siempre uno tiene problemas, que de alguna manera u otra afectan nuestro sentir y nuestras ganas de seguir creciendo, pero uno tiene que ver siempre que la vida continúa. Que no se termina ahí, que si ves un vacío en ese camino tratá de tirar una cuerda o pedí auxilio para pasar ese vacío. Que no quede en vano la historia del ser humano. No corresponde. No sé, pienso yo.

Uruguay te conoció por el programa de televisión, pero queremos que nos cuentes un poco de vos, antes de eso y también después.

Yo vengo de una familia de tres hermanos, por parte de mi madre, más seis por parte de mi padre. Mis padres se separaron, yo era chiquita, tenía siete años. Tuve una vida difícil, después de eso, hambre, frío, miseria, de todo. Todo lo que una persona pobre y sin padres puede pasar. La adolescencia, el estudio. Quedé embarazada a los 21, fue con una pareja que tenía un vínculo muy perjudicial. Sufrí violencia y mi hijo también. Con todo lo duro que eso trae. Ahí supe que nunca más quería vivir eso. Por suerte corté con ese vínculo.

Después conocí a Ronny, mi compañero. Quedé embarazada de Yanis, una vida muy linda, porque ahí me sentía sostenida. Empezamos a luchar los dos. Empezamos con una piecita, yo embarazada, mi hijo y él. Fuimos construyendo nuestra casa. Vivimos en el fondo de la casa de mi suegra. Tenemos un fondo lindo. En la infancia vivía en el barrio del Padre Cacho y ahora me mudé para el lado de Mendoza. En el fondo empezamos a plantar, me encanta también, y a formar ese vínculo de familia que había perdido. La esperanza nunca la perdí, porque siempre luché por seguir adelante, por tener mi familia, porque mi hijo tenga un padre, y mi hija también, y que seamos una familia.

Yo miraba el programa argentino, español, de Master chef, y decía: cuando venga a Uruguay me voy a anotar, voy a participar y voy a ganar. Y lo hice, y llegué a donde llegué a pura lucha y corazón. Sin medios para practicar ciertas comidas. Tuve que dejar el trabajo porque eran 10, 12 horas dos veces a la semana. Fue una inversión de vida. Pura lucha. Llegué a la semifinal. Muy contenta, por un lado, y frustrada por el otro, porque tanto nadar para morir en la orilla… Pero bueno, no importa, yo me quedé contenta porque Nilson merecía ganar también. Muy buen compañero, buena gente y luchador.

De esa experiencia, ¿qué es lo que más te llevás?

Lo que más me llevo es que si uno lucha por lo que quiere y lo hace con amor siempre se puede, siempre. Te costará un poquito más o un poquito menos, porque todos tenemos obstáculos distintos, pero se puede llegar. Hay que ser un poco tolerante, que es lo que le falta a este mundo: tolerancia. Estamos como estamos por falta de tolerancia. No se tolera que el otro pueda aprender, no se tolera de una manera, no se tolera que tenga cinco piercing, o que tenga el cuerpo lleno de tatuajes, o el pelo de colores, o que sea viejo, o que sea joven. No se tolera nada. Lamentablemente hace falta amor en este mundo. Aprendí a crecer mediante esfuerzo. Nada en la vida te va a venir sin esfuerzo, todo hay que lucharlo y ganárselo. Es lo que le enseño a mis hijos siempre.

Y estos valores de lucha, esa convicción grande de que la esperanza vale la pena, identificás personas o lugares donde los“mamaste”…

Es muy difícil porque yo siempre fui bien rebelde. Como que uno tiene un espejo, por ejemplo siempre vi a mi viejo, mi viejo fue el que estuvo más tiempo con nosotros cuando mi madre se fue de casa. Laburaba 20 horas por día. No lo veíamos nunca y a nosotros nunca nos faltó nada. Siempre lo vi como una persona que me dio ese poquito de fuerza. De lucha. Y mi vieja una mujer sumisa, que sufrió violencia, que por eso se fue de casa, y a mí me enseñó lo que no quería para mi vida.

Vos hablás mucho de esta relación entre lucha y esperanza, la lucha quizás es una cara dura, pero es parte de lo mismo, ¿no?

Sí, van juntas. Es como la fe, la fe sin obras está muerta. Porque por más fe que tengas si no hacés algo por cambiar las cosas, no es nada. Yo quiero ser tallerista de cocina, y lo voy a lograr; por eso te digo que voy a estudiar, obtener mi diploma y postularme para trabajar en los barrios humildes, para los viejos y para los gurises. Que es lo que hace falta. A los viejos los tienen tirados, en un rincón. Brindarles un espacio gratuito donde puedan ir a pasar el rato, a sentirse queridos, a seguir aprendiendo. Porque en la vida vas aprendiendo y te vas muriendo, vas aprendiendo a morirte, entonces, claro, siempre estás tratando de aprender más. Voy a lograr ser tallerista, es algo que anhelo con el corazón, y es algo bueno que quiero hacer.

Te has metido a trabajar sobre violencia de género, una problemática que viviste de cerca, con lo que pasó con tu madre, con vos… Después lograste otro vínculo de pareja que es de familia, de proyecto compartido, ¿cómo vivís esto a la luz de la esperanza o de la lucha?

Hoy estoy en una obra de teatro que se llama “Ni un golpe más”, que es en contra de la violencia. Que el universo es tan maravilloso que se confabula a tu sentir, a tu vida, a tu historia. Me tocó eso, me llegó, increíblemente, yo estoy haciendo un personaje de una mujer golpeada: Silvia. ¡El universo! Me encontré por 18 de julio al director de teatro, y me comentó, y le dije: “sí, dale, vamos”. Estuve y sigo. Llenamos dos veces el Teatro Metro, el domingo pasado fuimos a San Carlos, el domingo que viene nos vamos para Solís del Mataojo, Florida, y la idea es recorrer lo más que se pueda. Tratando de abrir mentes. Que es lo que hace falta, porque hay muchas mujeres que tienen miedo, y por supuesto amor, supuesto porque el amor no es violento, el amor se comparte, no obliga, no retiene. Y Silvia está cansada de ser golpeada y finalmente dice “basta”. En un momento, casi al final, dice: “Y cada vez que cedo a tener la esperanza de terminar con esto, de que todo va a cambiar, muero. Por eso hoy decidí hablar. Hoy decidí no esperar un minuto más, ni un golpe más”.

La sociedad está confundida, hay una mala enseñanza de lo que es el amor. Siempre crecimos con la historia machista, lamentablemente, hasta las propias mujeres somos machistas. Porque vos sos mujer no podés hacer tal cosa, y porque sos varón no podés hacer tal otra. No, a ver, somos iguales, porque si yo tengo que levantar una pared o clavar un clavo puedo hacerlo perfectamente. Yo intento inculcarle a mis hijos eso. No sólo respetar a las mujeres. Respetar al otro. Se puede dialogar. Hay que tener la perseverancia y la esperanza de que va a cambiar.  Que puede y debe cambiar. En febrero vamos a estar en otra obra que se llama “Hijo mío que estás en los cielos”, que es sobre el consumo de la pasta base. Me gusta porque es teatro de conciencia. El arte que transforma, que despierta cosas en la gente.

La esperanza es algo que tiene que estar en el núcleo y en la cotidiana de la familia. Todo tiene la esperanza de por medio. Siempre se espera algo. Siempre lo que se espera es esperanza, y nunca se puede perder. Hay que ser un poco más fuerte de lo que se vive. De resistir.

¿Cuándo decías que no hay fe sin las obras, sentís que tu esperanza tiene una raíz espiritual, religiosa?

Yo me tengo tremenda fe a mí misma. Todo lo logré por validarme como mujer, como madre, como compañera y como persona. Creo mucho en las energías de la vida, del universo. Por algo existe el universo entero, el sol, la luna. La energía negativa, la positiva. La que vos pedís. Que decís, yo quiero estar y quiero ser y quiero crecer. Y lo voy a hacer, ahí le ponés la fe, la esperanza. Tener como prioridad dar lo mejor de mí. Lo que más me satisface, en todo lo que yo pasé, a pesar de la frustración de Master chef, y en todo lo demás, es lo que pude llegarle a la gente. Al corazón de la gente. ¿Sabés lo que es que me pare gente grande y me diga: negra, me diste tremenda fuerza para seguir estudiando, para meterle para adelante? Eso es impagable. Es lo más valioso. Qué mi importa si no gané el primer premio, ganar el corazón de la gente. Darle fuerza a la gente, eso no lo logra cualquier persona. Eso hay que aprovecharlo. Quiero aprovechar este momento de “fama” por llamarlo de alguna manera, para compartir experiencias que puedan ayudar a los demás. Lo contrario al egoísmo. Nosotros en el barrio tenemos una comisión barrial que queremos lograr un centro cultural. Tenemos profesores y maestros que quieren colaborar. Estamos gestionando el espacio físico. Me pone muy contenta ver a mis hijos ser solidarios. Que vean que eso es lo que vale. Que la solidaridad es necesaria.

Hay que intentar dar oportunidades, mi pasaje por el programa lo viví como crecimiento y pude representar a la gente de clase baja como yo soy. Le di voz y esperanza a mucha gente que no la tiene.

¿Siempre estuviste implicada en organizaciones sociales?

Sí, siempre, de la escuela donde va mi hija hace 15 años que soy de la Comisión de fomento. Cuando era chica, 13 años, ya vivía sola con mis hermanos, allá en Colón, en el barrio Pororó. Teníamos un comedor donde todos los vecinos llevaban algo, y yo ayudaba en la cocina. Son cosas que uno ya tiene arraigadas. La gente del barrio ahí era muy unida. Después con la miseria que pasé, yo iba a requechar a la feria para darle de comer a mi hijo. De no tener un pedazo de pan. Me hubiera gustado que alguien me hubiera dicho, “negra, tomá”. Eso me impulsa a mí a compartir… La gente tiene que tener un poquito más de amor hacia el otro. Lo que hablamos hace un rato de la tolerancia. Por ejemplo, cuando ven a una viejita subiendo al ómnibus no calentarse porque sube lento. “A ver, vos vas a llegar a viejo… ¿no tenés madre? No seas malo. O cuando los niños molestan, ¡son niños!  ¿Quién  nació sabiendo? ¿Quién nació y fue correcto toda la vida? Nadie. Un cachito de sentido común. Si un niño llora algo le pasa.

¿Cómo ves a la sociedad?  

La sociedad está re podrida, es tanta la separación de clases sociales, de personas… Hace falta educación social. Hay gurises de 15, 14, 13 años que matan gente, roban, hacen cosas horribles. ¿Por qué lo hacen? ¿Alguna vez se preguntaron? ¿Alguna vez se preguntaron si ellos fueron abusados de niños? ¿O de niños jugaron? ¿O si saben lo que es sentarse con su familia a comer un plato de comida? Nunca se lo preguntan. Siempre critican o juzgan. Tengo la oportunidad de hablar con todos los gurises, porque todos los gurises me reconocen, los “ñeri” como yo les digo. Que la sociedad discrimina. Me pongo a hablar con un gurí de esos y sé que le planto una semilla en el corazón. Porque yo sé lo que es pasar hambre, frío, no tener una madre al lado, las contenciones de la vida que un niño necesita. Yo a mis hijos los cago a pedos, necesitan límites. Capaz le faltaron límites y cariño. Entonces eso es lo que hace falta: tolerancia y amor. Con eso solucionamos todo. Falta dar oportunidades. No porque sea amigo, conocido. Dar oportunidad porque la gente puede. A la clase baja no le dan oportunidad ninguna.

¿La gente es tolerante contigo?

Hay gente que ha venido a pedirme perdón porque no me bancaba y yo les digo “no me pidas perdón, pedite perdón a vos misma, porque era problema tuyo no mío”. Claro, choca mucho que yo sea tan frontal. A mí no me vas a escuchar decir una mentira. Yo digo lo que siento. Me equivoco, como todos. Pero estoy feliz porque digo lo que siento y pienso. Ni siquiera me miento a mí, no sirve. Tengo que dar lo mejor de mí. Si vas con la verdad, vas generando sinceridad en los demás. Vas por la vida aprendiendo cosas distintas, pero reales. Eso es lo que me llena. No la tengo fácil, desde que terminó Master chef  estoy buscando trabajo y recién la semana pasada encontré. Pero no bajo los brazos. Uno tiene que aprender a ser torero en la vida, sortear los obstáculos. De eso se trata. Nosotros acá venimos a aprender. Aprender a amar, a tolerar, a ser compañeros, porque la sociedad se trata de compañerismo también.

Y a la gente le chocan mis tatuajes y mis pircings. La gente discrimina. Yo sé que para cocinar me tengo que sacar los piercings por un tema de higiene. Sé cómo me tengo que comportar si estoy en un lugar refinado. Pero no me van los guantes de seda para robar. No me gusta la hipocresía, esta mentira social. ¿Se piensan que no sé usar tacos y ponerme un vestido elegante? No tengo ningún problema. Pero a mí me gusta ser yo. No me gusta disfrazarme de. Pero la gente discrimina, en el ambiente de la cocina se siente, hasta la semana pasada no conseguí nada.

¿Te parece que hay más para agradecer que para lamentar?

¡Seguro! Yo sé que la fama me ha mostrado falsedades, pero también viví cosas muy lindas. Para ponerte un ejemplo, el otro día vi que una chica en Facebook vendía una cocina y un freezer, dije, voy por la cocina. Tenía unos manguitos guardados, y mi cocina está para tirar. De dos hornallas del año del ñongo. Esta no era moderna, pero tenía horno eléctrico y cuatro hornallas. El trabajo lo podía hacer más rápido. Me contacté, arreglamos precio. Iba a ir con un fletero. Después, a los días, me dice la muchacha: “dice mi madre que no te lo va a cobrar porque es para vos, para trabajar y salir adelante”. Increíble. Después de eso me dijo que tenía una propuesta para mí y para Amparo, porque estamos trabajando las dos, tienen un cáterin de mesas dulces y hasta un trabajo salió de eso. ¿Entendés? Viste que cuando uno es auténtico y no espera nada a cambio la vida te gratifica. De una manera u otra. Yo he pasado mil cosas, pero últimamente me están pasando las cosas más lindas que nunca esperé. Son cosas que llegan de corazón.

 



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