Nuestro encuentro con el Papa Francisco

Horacio Ottonelli y Rosario Citraro (“Chacho”) están casados desde hace 30 años, tienen tres hijos y pertenecen a la comunidad “Romi” de CVX, Comunidades de Vida Cristiana. El pasado 1° de octubre tuvieron oportunidad de encontrarse con el Papa Francisco. Este encuentro se dio en el marco de la presentación de credenciales del nuevo embajador uruguayo ante la Santa Sede, Dr. Francisco Ottonelli, padre de Horacio. En representación de la familia  acompañaron al nuevo embajador en dicha instancia. Luego de la conversación que durante 40 minutos mantuvieron los dos Franciscos (el Papa y el embajador uruguayo), saludaron al sucesor de Pedro, intercambiaron regalos y conversaron con él. Por ello les pedimos que compartieran con Carta Obsur esa experiencia tan singular.

Más que un encuentro

La visita al Papa, en el contexto de la presentación de credenciales diplomáticas, se dio en un entorno formal y de protocolo. Evidencia de ello fueron la llegada a la sede vaticana escoltados por la policía romana, luego por la Guardia Suiza, la compañía de los llamados “gentilhombres” (personal honorario de protocolo vaticano) y la presencia de varios prelados que preceden al encuentro con el Pontífice. El entorno de los pasillos y las salas vaticanas es de una belleza deslumbrante, no lujosa, pero sí cargada de arte e historia.

Sin embargo el trato fue muy sencillo y amable. Y llegó el momento en que se abrieron las puertas donde nos esperaban el embajador y el Papa Francisco. Este último nos recibió con su cálida sonrisa y con su acogedora sencillez, despojada de cualquier formalidad. Le pudimos manifestar nuestra alegría de estar allí, y la de muchas personas y comunidades del Uruguay que se sentían entusiasmadas y animadas por su trabajo y orientaciones pastorales. Compartimos referencias a nuestras comunidades y amigos comunes del ámbito ignaciano y jesuítico. Luego los regalos y las posteriores fotos que se hicieron públicas.

“¿Qué se siente?” “¡Debe ser impresionante!” “¡Qué momento mágico!”… Entre admiración y exaltación muchas personas nos han preguntado sobre ese momento “mágico” y privilegiado.

La oportunidad de encontrarse mano a mano con el Papa Francisco, supuso la posibilidad de captar su bonhomía, la capacidad de acogida y también su cansancio. El cansancio de un pastor que había regresado a Roma 48 horas antes, luego del periplo que realizó por Cuba, USA y la sede de las Naciones Unidas, y que no se había tomado un solo día de descanso en sus tareas.

La estadía en Roma (Horacio durante tres meses, Rosario durante un mes) y la cercanía a varias actividades vaticanas, nos dio la posibilidad de seguir de cerca sus iniciativas y pronunciamientos, de singular relevancia.

Sin duda, el encuentro fue para nosotros muy emotivo y significativo. Lo vivimos como una oportunidad privilegiada que guardaremos siempre en el corazón, pero más allá de ese “instante” nos gustaría destacar algunas características y notas distintivas de su liderazgo pastoral, aunque sea de modo telegráfico.

– Su activo compromiso con el dolor y el drama de inmigrantes y refugiados que “desbordaron” Europa en los últimos meses. Por ejemplo, su pronunciamiento en el Angelus de la Plaza San Pedro llamando a todas y cada una de las comunidades cristianas -familias, parroquias, colegios, etc.- a dar acogida a una familia de refugiados e inmigrantes. El liderazgo papal fue un factor decisivo en la modificación de las políticas migratorias restrictivas de varios países europeos.

– Sus acciones y encuentros tendientes a llevar el texto de su Encíclica Laudato si´ al terreno de las acciones concretas y a la concertación con múltiples actores de la sociedad civil, como forma de cuidar la Creación y el mundo entendido como Casa Común.

– Su sensibilidad ante el dolor de los matrimonios y las familias que experimentaron la ruptura en sus vínculos, y su prédica para que puedan tener un lugar digno y acogedor en las comunidades cristianas. Todo ello junto a su incesante prédica por cuidar y promover el insustituible valor de la familia como primera comunidad amorosa y formadora.

– Su lucidez para no dejarse embretar en compromisos político-ideológicos y tender puentes de reconciliación entre pueblos y estados, por ejemplo entre Cuba y Estados Unidos.

– Su capacidad de comunicación y empatía con la sensibilidad y las necesidades de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, comunicando en un lenguaje sencillo y comprensible para todos, la alegría y la esperanza del Evangelio de Jesús.

– Su permanente prédica contra la pobreza y la cultura consumista, promovidas por un sistema que convierte a las personas en recursos desechables. Su denuncia del afán egoísta de poder y de bienestar material que lleva tanto a abusar de los recursos como a excluir a los débiles.

– Sus iniciativas ecuménicas y de diálogo inter-religioso, sumándose a la tradición ortodoxa al instituir la Jornada mundial de oración por el cuidado de la Creación, o reuniéndose con los líderes de la comunidad judía para conmemorar el 50º aniversario de la declaración del Concilio Vaticano II “Nostra Aetate”.

Es indudable que la condición de latinoamericano, argentino y jesuita del Papa Francisco, hace que sintamos una especial cercanía, y especialmente nos reconozcamos en un lenguaje común. Además, tenemos la sensación de que la conversión del Cardenal Bergoglio en el Papa Francisco ha venido acompañada de una amplificación de su capacidad de comunicación, y de una profundización y mayor transparencia en su modo de anunciar la Buena Noticia del Evangelio.