Sí, es inevitable la conexión. Y en esta Carta Obsur que quiere ahondar en las realidades de fragmentación que nos rompen como país, como personas, nos encontramos reseñando tres documentales que se proponen escuchar la voz de los otros, de esos otros que a veces nos quedan lejos. Demasiado lejos como para escucharlos. Y sin esa escucha no es posible volver a unir los retazos. Volver a unirnos en los retazos.
Entre abril, mayo y junio se estrenaron en Montevideo tres largometrajes que buscan dejar hablar a los fragmentos: Los olvidados (jóvenes del barrio Marconi), Locura al aire (pacientes y ex pacientes del Hospital Vilardebó) y Tracción a sangre (personas que trabajan en la clasificación de residuos). Esto no es casualidad. Es expresión de una necesidad latente en nuestra sociedad. La necesidad de escucharnos. Y la certeza de que solo es posible acercarnos más a la verdad, en la medida en que logramos reconstruirla con la diversidad de experiencias que la componen.
Y es inevitable recordar la experiencia del Padre Cacho, el gran escuchador, que comprendió que las diez cuadras que separaban la Parroquia del barrio se convertían en una frontera difícil de atravesar. Fronteras físicas, fronteras invisibles que separan los mundos. Cacho vivió la experiencia de sentirse frente a esa distancia que se multiplica entre nuestros cuerpos: “Sentía miedo de cruzar esa frontera, como si fuera un país extranjero, que nos resulta difícil hablar el mismo idioma”. Y con esa claridad de quién se encuentra ante su propia ignorancia, se dispuso a atravesarla, para encontrarse con el otro-verdad, y no con el otro construido desde la distancia, el miedo, las proyecciones.
Y ese mismo espíritu es el que reconozco en estos jóvenes creadores que disponen su arte como puente para acercarse a otros. Acercarse sin guiones prestablecidos, sin grandes despliegues cinematográficos, motivados por el deseo de desmontar esa frontera simbólica que no nos deja descubrirnos en el único lugar posible: nuestra humanidad. Por eso reconozco en esta coincidencia una esperanza. Tres películas uruguayas que nos proponen hacer silencio, y mirar el mundo, al menos por una hora, desde los ojos del otro. Y al mirar desde allí, todo adquiere nuevos sentidos. Tal vez este sea el único camino para reconstruir ese abismo que separa los fragmentos, y nos empobrece a todos. Tal vez, sea tiempo de dejar de hablar de los otros, para dejar hablar a los otros. Y escuchar. Dejar que sean sus cuerpos quienes nos cuenten cómo se ve el mundo desde su lugar. Y así, en ese lenguaje de palabra y silencio, quizá empecemos a comprender algo de eso que nos falta, cuando no somos capaces de conectar con el otro como fuente de sabiduría.
Cacho buscaba la voz de los otros, porque en ellos podía también reconocer la voz con que Dios le hablaba. Y en ese encontrarse con los otros aconteció el reencuentro con su propia voz. Encontrarnos con la verdad de los otros no es solo un imperativo ético para nuestra construcción como personas, que buscamos una comprensión más justa de la realidad para transformarla en un sentido más humano. Encontrarse con los otros, de verdad, es una necesidad vital para ser más nosotros mismos.